A pesar de las ruidosas, y en ocasiones, hasta violentas protestas que reclaman por los derechos de las mujeres, la clase política ni se inmuta, no hay voces desde el poder que acompañen con sentido solidario a las feministas en su lucha, si acaso emiten algunas alegorías, lo hacen para no sentirse culpables u omisos, utilizan el tema como bandera partidista para atacarse entre los de su clase; como el mismo presidente, que el único mensaje que dio para más de la mitad de la población que en este país somos las mujeres fue: son más honestas que los hombres.
López Obrador lanza ese elogio para justificar lo que en la práctica debiera hacer el Estado, encargarse con probidad del ejercicio del dinero público, que les dará a ellas, las madres de familia para la encomienda de organizar la infraestructura escolar.
El presidente responsabiliza a las mujeres por las conductas antisociales de los hijos: “los voy a acusar con su mamacita” ha dicho; a las mujeres también les pide colaboración con el sistema educativo, no importa lo que digan las mediciones internacionales, reformas y contra reformas, la tarea de educar en casa que les impone solo a las madres no es para eludirse, pero el Estado no acepta su culpa si los párvulos andan mal en matemáticas, español o civismo, como indican las pruebas PLANEA y PISA.
Sin embargo, a las “más honestas” se les ha retirado el apoyo que gestionaban mediante colectivos de ayuda para las violentadas, para los refugios temporales de asistencia a madre e hijas, a ellas se le avisa que el gobierno tiene a prueba piloto un programa que denomina “Puerta Violeta” y que retoma de una idea civil. Este plan, que a un año de gobierno apenas se ha puesto en marcha como modelo para definir a donde irán a parar la mitad de los recursos que ya se les han retirado a las ONGs está un una fase incipiente, en una estrategia que no se sabe cómo se complementará con la participación civil.
Esta modalidad la pretenden instaurar a nivel nacional como la primera línea de contacto de una mujer violentada con las instituciones del Estado, sería como una herramienta de ayuda para que sanen las violencias físicas y emocionales, para darles acompañamiento en el proceso de recuperación, mediante está, se les otorgaría guía jurídica y psicológica en un espacio seguro.
Lo mismo pero más barato, creen. Pero apenas lo están evaluando.
Mientras los cantos para el Estado opresor, siguen en las calles, ahora fueron las universitarias de instituciones públicas y privadas que realizaron el performance de Las Tesis, para pedir entornos seguros en sus propias escuelas. A la par se eleva el nivel de denuncias en redes sociales, con la narrativa de experiencias personales sobre violencia de género.