“En los aspirantes demócratas, se localiza el filtro de la decisión de la jefa legislativa Nancy Pelosi para procesar muy rápido el voto contra Trump: el puntero Joe Biden, vicepresidente de Obama, se ha ido desinflando”
En la misma semana de procesamiento del voto a favor del juicio político contra el presidente Donald Trump por el caso Ucrania, los precandidatos punteros del Partido Demócrata para la elección presidencial tuvieron un debate desangelado que quedó oculto en los medios.
Y ahí, en los aspirantes demócratas, se localiza el filtro de la decisión de la jefa legislativa Nancy Pelosi para procesar muy rápido el voto contra Trump: el puntero Joe Biden, vicepresidente de Obama, se ha ido desinflando y hasta el propio Obama ya dijo no recomendarlo; en segundo sitio marcha el socialista –lo que sea que signifique en el capitalismo estructural de los E. UU.– Bernie Sanders con una reciente operación grave del corazón y en tercero la senadora Elizabeth Warren que no pasa del 15% de los votos.
En este contexto, la idea –al menos se supondría así– de Pelosi fue destruir a Trump con el juicio para adelantar a los demócratas en las elecciones presidenciales, aunque desde el inicio se ha sabido que los representantes deciden el juicio y los senadores juzgan; y desde ahora se prevé que la mayoría republicana en el Senado podría exonerar al presidente.
Y en estas semanas de acoso y de juicio, Trump ha ocupado todas las primeras planas y primeros minutos de los medios en una especie de campaña promovida por los demócratas. Si los demócratas suponen que el lado negativo de la campaña va a decidir el voto, en realidad esa polarización ha comenzado a sacar, como en el 2016, a los estadunidenses de condado anti Estado y anti establishment que podrían darle ventaja a Trump.
Los demócratas no han sabido procesar las razones sociales de la victoria de Trump en 2016: lo que la socióloga Katherine Cramer llamó “la política del resentimiento” social –the politics of the resentment– contra la estructura de poder del Estado y la burocracia liberal. Sería un poco lo ocurrido en México: el establishment priísta y aliados opositores caracterizaron a López Obrador como un político radical populista, pero con ello despertaron el voto de los mexicanos anti establishment ya para entonces mayoritario.
Lo que los estrategas de la propuesta de polarización desde los intereses liberales en los EE. UU. no han entendido es que las polarizaciones suelen beneficiar a los políticos conservadores o disidentes. Basta revisar los medios liberales de la gran prensa estadunidense exagerando sobre Trump, en tanto que los blogs y medios locales fortalecieron la figura de Trump como anti Estado liberal burocratizado.
El error estratégico ha sido privilegiar a los grandes medios liberales porque su cobertura de Trump ha sido antiperiodísticamente contra Trump, convirtiendo esa crítica en una base de simpatía electoral –lo mismo que ha ocurrido con el establishment de medios mexicanos con López Obrador–. En sistemas políticos en descomposición y dominados por las fake news o mentiras periodísticas, lo que importa son los sentimientos –el resentimiento es, al final de cuentas, un sentimiento dinámico en contra– expresados en las urnas.
El caso Ucrania no era lo que esperaban los demócratas, pero se conformaron con poco. Sobre todo porque Biden y su hijo están haciendo negocios en ese país. Ucrania es una república que formó parte de la Unión Soviética y hoy el presidente ruso Vladimir Putin es un estratega de poder que está ayudando a Trump a desvirtuar la solicitud de Trump a los ucranianos para que investigaran a Biden. Y Trump es capaz de pactar con el Diablo para ganar posiciones políticas.
El sentimiento anti Trump de la demócrata Nancy Pelosi adelantó vísperas que fueron registradas por los medios conservadores: el día de la votación se presentó con un vestido negro como anunciando su asistencia a un velorio político. Pero los tres votos de representantes demócratas contra la moción demócrata fueron un aviso de que la acusación tiene muchos hoyos. Al final de cuentas, los congresistas de ambas cámaras tienen mucha autonomía respecto de su liderazgo y estarían dando un aviso de alerta: los votantes de esos representantes demócratas pudieron haber apoyado la negativa a enjuiciar a Trump.
Si Trump gana su caso en el Senado y potencia la polarización aumentando su base electoral, el Partido Demócrata habrá despertado a un ogro político que quitará otra vez la mayoría en la cámara de representantes. De hecho, los demócratas lograron una mayoría apretada con Trump y desperdiciaron ese bono político tratando de destruir –no derrotar– a Trump.
La lucha será a tie break –muerte súbita en tenis– o gol de oro: con una sola jugada destruir al adversario. Y después de la votación en la cámara de representantes, parece que Trump tiene ventaja sobre la líder demócrata.
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Política para dummies: La política se mide por sus efectos colaterales, no por los objetivos buscados.
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@carlosramirezh