A la memoria de Eric Heras de la Madrid y
abrazo fraternal a su hijo Eric Heras Velázquez
Luego de haber usado en el sindicato metalúrgico el modelo de outsourcing o subcontratación de trabajadores fuera del mecanismo de los sindicatos, el senador canadiense-mexicano Napoleón Gómez Urrutia se prepara hoy a dar el zarpazo contra las empresas subcontratadoras existentes. Pero más que defender a los trabajadores, el político priísta-morenista busca desaparecer el outsourcing y regresar al modelo de sindicatos controlados por líderes eternizadas en el poder.
La biografía política de Gómez Urrutia, conocido como Napito porque a su padre le decían Don Napo, lo exhibe en su intención final: reconstruir el modelo sindical del PRI como en los tiempos gloriosos de la CTM y convertirlo a él en el Fidel Velázquez de la 4T de Morena. A partir del control sindical Fidel controló la CTM durante 56 años, con cuatro a través de un incondicional, y Napoleón Gómez Sada fue líder máximo del sindicato minero a lo largo de 40 años. Don Napo le heredó la propiedad del sindicato a su hijo, quien apenas trabajó un corto tiempo en contabilidad de una minera y nunca en una mina.
El problema actual radica en la posibilidad –hoy que se discute en el Senado la ley Napito que criminaliza la función de outsourcing– de que se creen nuevos sindicatos controlados por una persona, cuando la dinámica productiva ha prescindido de los sindicatos porque eran fuente de corrupción, control sindical de trabajadores y sumisión a los empresarios. Además, algunos líderes sindicales e hijos de políticos están creando un modelo alternativo al outsourcing para quedarse con el negocio.
Las empresas de outsourcing nacieron como una forma empresarial de eludir a los grandes líderes sindicales que negociaban contratos a espaldas de los trabajadores. Ese modelo de subcontratación disminuyó el número de trabajadores sindicalizados. El deterioro de la calidad del obrero fue culpa del modelo Fidel Velázquez de control de trabajadores como factor de estabilidad social del PRI, aunque al costo de eternizar a líderes y de enriquecerlos con negociaciones en lo oscurito con los patrones.
La criminalización de las empresas dedicadas al outsourcing busca sacarlas del mercado para que regrese el modelo sindical. Sin embargo, la reforma laboral de 2012 reguló el modelo de la subcontratación en la que se encuentra el 15% de los trabajadores, mientras los sindicatos languidecen por su corrupción e inoperatividad. Con esa reforma el SAT sometió a control a las empresas de subcontratación con timbrado de facturas, recibos de salarios timbrados, 6% de IVA retenido por el cliente contratante. Es decir, esas empresas ya están controladas fiscalmente.
El modelo sindical estaba condenando a los trabajadores a mantener liderazgos sin control y baja productividad, casi siempre obtenidos por vía de la violencia mafiosa de líderes sin escrúpulos, la complicidad de la Secretaría del Trabajo y sobre todo con un movimiento obrero manejado por el PRI para beneficio del sistema priísta y a favor del empresario explotador porque prefería dar comisiones a lideres que salarios y bienestar a los trabajadores.
Este modelo de control sindical de trabajadores lo conoce muy bien Napito porque el sindicato minero dependía de la CTM de Fidel Velázquez. Pero el objetivo del modelo de Napito nada tiene para defender a los trabajadores, porque su ley busca disminuir el número de empresas dedicadas al outsourcing para ser sustituidas por otras que sean propiedad de líderes sindicales.
Lo que está en el fondo del debate no es la subcontratación, sino el fracaso del modelo sindical caciquil fidelvelazquista del PRI y ahora Morena, la falta de libertad del trabador para luchar por salarios y prestaciones justas y la reconstrucción de un sector laboral-sindical que sólo encarecería económica y políticamente el modelo productivo trabajador-empresario. Al final, el outsourcing ayudó a reactivar la productividad, en tanto que el modelo sindical cetemista de Napito restaurará la estructura de intermediación sindical que disminuyó la productividad y sometido al trabajador a la doble dependencia de su trabajo: con el empresario y con el líder sindical.
La criminalización de empresas subcontratadoras de personal que pretende la Ley Napito será otro factor de tensión empresarial que contribuya a aumentar la desconfianza productiva y se sume a las razones de atonía de las inversiones del sector privado. Es ley fue frenada por el líder senatorial Ricardo Monreal Avila por lo desmesurado de las pretensiones de Napito, pero hoy podría revivir por los hilos de poder del líder minero con hijos de funcionarios interesados en ocupar el lugar de las empresas de outsourcing.
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