En el fondo y no muy en el fondo, las “68 recomendaciones (ideas) para el acuerdo nacional” del Consejo Coordinador Empresarial y sus doce organismos patronales están exigiendo un recetario ortodoxo-neoliberal a la urgencia mexicana de reactivar cadenas productivas dentro del Tratado de Comercio Libre por las presiones estadunidenses.
Lo tiempos son muy cortos, quizá de días. El capitalismo estadunidense de Donald Trump va a reactivar su economía, aun a costa de incrementar el número de infectados y fallecidos.
Para los EE. UU., la prioridad es la economía, no la salud de sus habitantes. En cambio, el gobierno mexicano carece de una alternativa real al recetario neoliberal y existe la posibilidad de que por presiones comerciales estadunidenses se tengan que cumplir las recomendaciones empresariales.
En este sentido, el debate sobre la política mexicana anticrisis no es con el CCE y organismos académicos que piden una reactivación al estilo Zedillo 1995, sino entre México y los EE. UU. dentro del TCL. Las cadenas productivas integradas y los sectores exportadores agropecuarios del lado mexicano necesitan con urgencia apoyos y subsidios; si México no se acopla a los EE. UU., entonces Washington aumentará presiones arancelarias o pondrá otra vez el Tratado a revisión.
México se encuentra atado al TCL con los EE. UU. en los dos rubros
principales de la economía: la producción y el consumo; y los dos están siendo dañados con severidad por la recesión inducida en la economía para evitar los contagios –una especie de coma inducido en daños físicos en la cabeza– y necesitan de apoyo presupuestal público para salir de la parálisis. Por eso los organismos empresariales piden subsidios al consumo, mantenimiento artificial de la demanda y exenciones fiscales a las empresas, decisiones que afectarán a las finanzas públicas y que obligarán a aumento del déficit presupuestal y la deuda pública.
El problema de la política anticrisis del gobierno radica en ciertas confusiones: defiende hasta con los dientes el enfoque no-neoliberal de sus decisiones, pero se niega a usar el déficit y la deuda que representan candados neoliberales de la estabilidad macroeconómica. En todo caso, el problema no es la neoliberal estabilidad macro, sino el destino de los sobregiros de déficit y deuda: salvar a las empresas o reactivar la economía con reformulaciones de sectores productivos.
Además de los instrumentos existentes, el gobierno federal tiene en sus manos la mejor oportunidad para darle un golpe severo al neoliberalismo: apoyar con subsidios y exenciones a la planta productiva empresarial privada, pero instrumentar nuevos impuestos para cobros posteriores a la crisis; es decir, adelantar nuevos instrumentos de política recaudatoria que hasta ahora
han sido rechazados y repudiados por la empresa privada.
En los Pactos de la Moncloa de España 1978, el gobierno logró que los sindicatos aceptaran bajas reales en sus salarios con un mayor control estricto fiscal sobre las utilidades empresariales. En las 68 recomendaciones del CCE no hay un compromiso o propuesta patronal para aumentar la carga fiscal a la riqueza ni a las utilidades, a condición de apoyos fiscales a la producción. El contrasentido está la vista: el hombre más rico de México, Carlos Slim, ganó la licitación para un tramo del tren maya sin que existan condiciones fiscales que no aumenten su fortuna lograda gracias al regalo de Teléfonos de México por parte del presidente Carlos Salinas de Gortari en 1990.
Más que el rechazo per se de la propuesta del CCE y los grupos empresariales y patronales, la negativa presidencial dejó entrever que el gobierno federal carece de una propuesta posneoliberal alternativa al recetario neoliberal tradicional que exige el sector privado que se aplique para superar la crisis con sacrificios estatales y laborales.
Coincidencias. Lo que es la vida: el neoliberalismo del pasado y el populismo del presente están coincidiendo en enfoques: el actual subsecretario de Economía, Ernesto Acevedo Fernández, dice que la crisis económica por la pandemia durará 19 meses, en tanto que Idelfonso Guajardo, secretario de Economía de Peña Nieto, coincidió y los dos aventuraron una caía del PIB en 2019 de -10% por la parálisis productiva de las empresas. Política para dummies: La política tiene dos llaves maestras: la estrategia y la táctica.