Ante circunstancias violentas que
explotan como expresiones de
racismo, toda la sociedad estadounidense sale a protestar; pero en las
relaciones sociales cotidianas, los EE
UU se definen por el racismo. A pesar de
leyes de igualdad social, en la sociedad
estadounidense pasó de la esclavitud de la
comunidad negra proveniente de Africa a
la segregación de una raza.
El juego de palabras ayudará a entender
la lógica de lo que se llama racismo. La
esclavitud es la propiedad humana de una
raza por otra, la segregación –según el
Diccionario de la Real Academia Española–
implica “separar y marginar a una persona o
a un grupo de personas por motivos sociales, políticos o culturales”. Y el racismo es la
“exacerbación del sentido racial de un grupo
étnico que suele motivar la discriminación
o persecución de otro u otros con los que
convive” y que llega a niveles de ideología o
doctrina.
Las victorias de las comunidades afroamericanas en los EE UU han tenido tres
estaciones:
–El discurso de Gettysburg de Lincoln
en 1863 en que fijó el concepto de igualdad
de razas: “hace ochenta y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación concebida en la libertad
y consagrada en el principio de que todas
las personas son creadas iguales”.
–Las leyes raciales de 1966 a 1968 en
que se terminó la esclavitud y los afroamericanos lograron el mayor derecho social y
humano: el de votar en igualdad de condiciones que sus ex amos.
–La presidencia 2009-2017 de Barack
Obama como el primer presidente estadounidense de origen afroamericano interracial.
Pero estos tres avances tuvieron sus
retrocesos:
–A la igualdad de razas se opuso la
segregación: iguales, pero separados.
–El derecho al voto no logró la igualdad
en los demás derechos, prevaleciendo el
criterio de oportunidades de raza y no de
competencia.
–Y el derecho al voto condujo a que se
votara por el racista Donald Trump después
de la presidencia del afroamericano Obama.
Lo malo en los últimos días ha sido
la manipulación mediática de los grupos
liberales demócratas para endosarle al republicano presidente Donald Trump la crisis
por el asesinato de George Floyd a manos de
policías estatales en el condado y un estado
gobernado por demócratas. Con la politización electoral del caso Floyd se volvió a
perder la perspectiva real del racismo en las
policías estadounidenses.
La policía estadounidense en sus variantes de condados, estatales y federales forma
parte de los mecanismos de control social.
La afectación de minorías raciales en mayor
medida que los delincuentes de raza anglosajona es apenas una parte de los indicios
de racismo, pero no se tienen estudios de
fondo para saber si en realidad es racismo o
afectación por repudio de la raza afroamericana o por asumir la condición de color de
piel como una definición social.
Alrededor de las protestas por el caso
Floyd las redes difundieron un video interesante: un par de policías se acercó a un
afroamericano que vestía camiseta roja y que
tenía una barba descuidada. El tratamiento
al ciudadano fue prefigurando un delincuente; cuando el agredido se resistió y comenzó a confrontar de palabra a los policías
y a soltarse con movimientos bruscos, la
reacción de seguridad aumentó de tensión
y lo esposaron. Ya inmovilizado el detenido
pidió que vieran su credencial en su cartera
en el bolsillo derecho trasero de su pantalón
y resultó que se trataba de un agente del FBI.
Existe una predisposición racial hacia los
afroamericano e hispanos por su imagen y se
da una variación en la intensidad policiaca.
Pero ello no quiere decir que todos los anglosajones o no son detenidos o son tratados
con mayor respeto. En realidad, todos los
sospechosos son, para la policía, presuntos
culpables y su perfil delictivo tiene que ver
primero con su aspecto y después con su
repudio a la policía. Pero del lado contrario
existen datos duros que revelan la muerte
de policías en operaciones de arresto: en el
periodo enero-mayo de este año hubo 24
policías muertos por arma de fuego y más de
570 en el periodo 2009-2019.
El uso de la furia policiaca debe determinarse en función de la capacidad de
violencia de la sociedad estadounidense,
a lo que hay que agregar un componente
importante de racismo sobre todo contra
afroamericanos e hispanos.
El problema en lo general forma parte
de la conciencia autoritaria y violenta de una
sociedad estadounidense que ha construido
su confort en invasiones militares agresivas.
Los casos de abuso de fuerza de soldados en
el extranjero violando códigos de guerra se
apilan en las oficinas del Pentágono sin que
haya instrucciones para controlar de manera más efectiva a soldados con armas.
La agresividad imperial en la conquista
de otras naciones es producto del uso de la
fuerza como mecanismo de control social
interno. El grado de respeto a la ley en los EE
UU que llega a sorprender a extranjeros no
es otra cosa que la fuerza para mantener el
orden social y de clase.
Ahora el congreso federal estadounidense prepara una nueva legislación para
imponerle reglas a la policía, pero se van
a encontrar con el peor de los mundos: la
libertad de adquirir armas beneficia a la
delincuencia y los policías suelen encontrar
disparos a sus órdenes de arresto. Y ahí tendrán que decidir si se imponen controles a
los policías, pero se dejan a los delincuentes
con libertad en el uso de la fuerza letal.
Lo malo está en el hecho de que no
habrá una verdadera reforma de control de
la brutalidad policiaca, sino que sólo usarán
a Floyd en la campaña presidencial contra
Trump.
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