13 diciembre, 2025

13 diciembre, 2025

La dura vida del voto duro

Crónicas de la calle

“Giran las calles de votos ambulantes entre vendedores de chía que cura todo. Comienzan a salir aquellos comedidos y desinteresados”

A dónde irá doña Juana con su voto? Ahí lo lleva y no se ha dado cuenta. Hasta que alguien se lo recuerda y lo saca de donde lo trae escondido y seguro lo volverá a guardar hasta que sufrague.

El voto- más allá del momento en el cual alguien levanta la mano para sumarse o de la cruz definitiva en la papeleta que se mete a una urna- es un remolino litúrgico, un remolque de ilusiones posibles.

Cuando el voto comienza a ser voto, apenas se escuchan en el mundillo las frases de quienes lo quieren. Hay gente convertida a buena onda. Por cualquier almuerzo te andan pidiendo la credencial de elector para sacarle una copia.

El voto bueno, el que decide, debe estar tal vez a estas horas en un almuerzo de altos vuelos entre dignos dignatarios. Tomará un café negro con ellos y se lavará las manos antes y después del Coronavirus.

En torno al voto giran las noches que quitan el sueño de quien quiere el poder por pequeño que sea. Poder es poder, el resto es busguería. Alguien dice la palabra mágica y vas al fin del mundo por un voto. Al menos eso te propones antes de quedarte dormido. A un año de las elecciones.

Giran las calles de votos ambulantes entre vendedores de chía que cura todo. Comienzan a salir aquellos comedidos y desinteresados. 
 
El voto permite trabajar previamente, y a escondidas se forman con anticipación guaridas secretas que todos saben donde es desde un principio. Es para darse caché. Hasta el que pregunta dónde, sabe donde es. Traen un nombre y este les da órdenes de que vayan por todos los votos y efectivamente comienzan las encuestas a decirle de aquí soy. Pero el voto es otro y a veces, sólo a veces, el que cuenta es el voto de uno solo, o el veto de otro por andar de tercos y locos.

Los votos recuerdan sus epopeyas en las urnas del viejo pasado revolucionario y estoico. Un día el voto fue taco el vato, amarrado a un candidato sin pueblo. Otro día fue comparsa de ratón loco, usuario del camello en el carrusel. Fue robado, roto en una asamblea de sordos y ciegos, auscultado, prorrateado, prorrogado y quemado. Fue de todo antes de ser voto.

El voto un día fue una foto a tiempo con el bueno. El voto fue otro que te lo dijo. Es un sí y un no lejano al mismo tiempo. Fue un solo voto el de todos en el sindicato todo el tiempo, como un prolongado silencio. El voto fue la nada en un tiempo.

Cuando lleguen los tiempos el voto será como un viento que moverá las faldas de Doña Juana cuando vaya por la calle. Antes, no hace mucho, era buena la temporada que Juana recuerda por tantas dádivas, pero el voto resultaba luego desplazado.

 Muchos votos eran tirados a la basura luego de no ser contados, la gente se los encontraba rodando por el suelo o entre las piedras del río San Marcos. Otros votos saqueados daban de comer a una orda de maleantes y defraudadores del pueblo en la noche de los conteos.

Doña Juana comienza a sentir que le hablan y se da su taco y a la vez se preocupa. Un poco tímida guarda su voto secreto y le digo: «no se preocupe Doña Juana, soy yo el que le habla». Y me contesta con la mirada. Yo también la tanteo, si me mira bonito me lanzo como candidato a presidente de la colonia Moderna.

HASTA PRONTO.

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