El mayor antifeminista de este país, nos la vuelve a hacer, no sólo no está de nuestro lado, está en contra de toda acción que procure una mejor calidad de vida para las mexicanas. Este será el sexenio del retroceso en políticas públicas con equidad de género.
Por segunda ocasión en estos primeros cien días de confinamiento, se le pide a las mexicanas que se apliquen más, que se responsabilicen y dediquen a los cuidados de la familia; la primera instrucción presidencial para esto
la dictó en marzo: “sobre todo a las hijas que cuidan a sus padres, los hombres somos más desprendidos”, ahora en junio reitera “la tradición es que las hijas son las que más cuidan, las que siempre están al pendiente de la familia”, y sugiere que no hay porque cambiar los roles de género, que esas costumbres arcaicas del patriarcado le siguen funcionan muy bien a la sociedad actual, en este pensamiento retrograda lo que reafirma es el interés del Estado, para desatender sus obligaciones.
Si las mujeres se entrenan más para cuidar niños, no se ocuparán los Cendis, si consagran su vida a sus padres, no se necesitarán programas de atención al adulto mayor, y si procuran a los enfermos en casa, el sistema público de salud atiende menos población. Es una “costumbre” que le viene muy bien a la actual política de la 4T, creen que es romántico y un privilegio para ellas, que se les pida hacerse cargo de todos los deberes.
El presidente no entiende porque no escucha la protesta generalizada de las mexicanas, y va más allá, al compararnos con otras sociedades más avanzadas como las de Europa, asume que acá estamos bien contentas con la doble o triple jornada y no es capaz de empatizar con ningún tema femenino.
Ahora es cuando digo, que suerte tuvo la hija que nunca tuvo porque la tendría como esclava en asuntos domésticos, contrario a como educa a sus hijos varones,
a quienes les inculca los mismos modales machistas y misóginos de su estirpe, tan sólo de verlos en las redes sociales en papeles protagónicos como jefes de familia, se les definen sus hábitos patriarcales.
Para el presidente las mujeres somos mentirosas en las llamadas de auxilio al 911, exageradas en el recuento del feminicidio, alegadoras por pedir más presupuesto para instancias de atención femenina y por lo que deberíamos estar sólo al cuidado de la casa, calladitas y sin querer cambiar las reglas sociales.
Sin embargo en mala hora accedió al poder que tanto anhelaba, pues se empareja con la más fuerte ola feminista que busca reivindicar los derechos de las mujeres y alcanzar más espacios libres de violencia, en todos los ámbitos, profesionales, domésticos, familiares, políticos y sociales.
En más de una ocasión nos ha mostrado desdén, más de una vez se ha expresado mal de las mexicanas, su constante es la expresión misógina y la falta de respeto para cualquier institución o colectiva que este del lado de las mujeres, él, francamente nos ve como una piedrita en su zapato. Aquellos otros dichos presidenciales como el de la lavadora de dos patas, o no sé el precio de las tortillas porque no soy la señora de la casa, calaron hondo en la mente femenina, pero nunca como ahora nos hemos sentido más ninguneadas.
La piedra en el zapato, resultará un iceberg en corto plazo.