CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- El despertador suena a las 6:30 de la mañana en la casa de los González. Josefina se da a la tarea de checar que sus dos hijos se activen inmediatamente. La regadera empieza a sonar diez minutos después pues Martincito se ha metido a bañar. A continuación Carlitos le sigue.
Los niños iniciaron el tercer y quinto grado de primaria.
Para llevar a cabo sus labores, su papá, Martín les ha proveído de una laptop y una tableta con la cual se conectan por Zoom con sus maestras, Lupita y Chely de tercer y quinto grado respectivamente.
Los González viven en una céntrica colonia de Ciudad Victoria y son suscriptores de una empresa de cable, teléfono e internet ‘todo’ en uno.
Con sus 30 megas, la conexión raramente les da problemas.
Josefina se mantiene comunicada con los cuatro grupos de whatsapp que se han creado para monitorear el avance de sus hijos: dos con las maestras y otros dos para mantenerse en contacto con los demás padres de familia. Y aunque a veces es un poco agotador leer hasta 200 mensajes diarios, sabe que de eso depende la educación de sus hijos.
A Martincito parece gustarle mucho llevar sus clases a distancia pues ahora no tiene que pedir permiso para ir al baño o comer alguna golosina de vez en cuando. Incluso ha llegado a hacer videoconferencias con sus compañeros de clase para resolver algunas dudas del tema del día.
Carlitos aun no parece comprender completamente la nueva dinámica de aprendizaje, pues estando en segundo grado, de repente la escuela se cerró y no ha vuelto a tener contacto con sus amiguitos. Pero poco a poco se esta acostumbrando a verlos en la pantalla mientras su maestra les transmite conocimientos.
Mientras tanto, el sur de la ciudad, en una de tantas colonias polvorientas y llenas de baches y fugas de agua, “Pelón” (como le llaman a Pablo sus familiares) se entretiene tirándole piedras a una botella de plástico.
– ¿Quiubo Pelón, porque no estas viendo las clases en la tele? – le pregunta el Caminante.
Pablito contesta encogiéndose de hombros y desviando la mirada.
La respuesta es muy sencilla pero cruel: su hogar como casi otros seis millones no cuenta con dispositivos, ni internet de velocidad suficiente ni con equipo de televisión para darle seguimiento a las clases transmitidas por el programa gubernamental “Aprende en Casa II”.
El como sus cuatro hermanas han quedado fuera del espectro beneficiado por las ‘teleclases’ y su madre, Ofelia, decidió no inscribirlos en el presente ciclo escolar. Aún así los menores se mantienen dentro del hogar o cerca de él debido a la cuarentena que impera en la región.
Este contrastante panorama parece repetirse en muchas zonas del país pues de acuerdo a la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares realizada por el Inegi en 2018 sólo uno de cada tres hogares cuenta con una conexión de alta velocidad a través de una red fija.
Traducido en cifras reales: 896 mil hogares con niños en edad escolar carecen de computadora, internet e incluso de televisor.
Además, 3.8 millones de hogares no cuentan con el número suficiente de dispositivos. De la misma forma, cerca de 4.7 millones de hogares no cuentan con las herramientas y servicios tecnológicos suficientes para la continuidad educativa a distancia.
Por otro lado, se identificaron 4.6 millones de “telehogares”; es decir, hogares que únicamente cuentan con televisores y sus complementos (decodificador o televisión de paga) para atender una estrategia de educación a distancia (y de ellos 555 mil totalmente dependientes de la televisión restringida por contar sólo con un televisor analógico.
De este universo, la encuesta revela que cuentan con tecnología suficiente (como es el caso de los González) sólo 5.9 millones de hogares (es decir 38.8 %), en los que el equipamiento del hogar garantizaría el acceso a los contenidos educativos.
También, según esta encuesta, Tamaulipas se encuentra entre los estados mejor equipados al contar con 192 mil hogares con tecnología suficiente (que representa el 46.7% del total) y en noveno lugar nacional. Pero estas cifras ‘optimistas’ se diluyen al ver a niño como “Pelón” desperdiciando su niñez y perdiéndose el ciclo escolar. Ojalá esto mejore.
POR JORGE ZAMORA