En su carta de renuncia a la Secretaría de Gobernación, el veterano político Fernando Gutiérrez Barrios escribió una frase lapidaria: la sensibilidad de los políticos consiste en saber retirarse a tiempo. A 51 años de su primera incursión real en política defendiendo a Díaz Ordaz por Tlatelolco, Porfirio Muñoz Ledo quiere tomar por asalto la presidencia del partido Morena con el apoyo de los sobrevivientes de la Corriente Democracia del PRI para convertirlo en su cementerio de elefantes.
Muñoz Ledo llegó a muchas altas posiciones políticas dentro del régimen priísta siempre por efecto del dedazo superior, con cargo, eso sí, dicen, a su “inteligencia política”. Pero dice un dicho griego ya corregido que los dioses enloquecen a los inteligentes que van a liquidar, aunque, agregado de un veterano político y escritor oaxaqueño, “antes los apendejan un poco”.
El Muñoz Ledo de las altas posiciones de poder se la ha pasado en las últimas horas guerreando en redes sociales con el sólo argumento de que es el más inteligente que todos, es el que más posiciones de poder ha tenido y es el que merece por la vía del mérito, obtener lo que se le antoje, sin cumplir con las nuevas reglas del juego que, de manera paradójica, él mismo firmó respetar.
Y lo hizo contra el joven politólogo Gibrán Ramírez de 31 años y luego contra el operador Mario Delgado que es, por función partidista, su jefe en la bancada de Morena en la Cámara de Diputados.
Pero así es Porfirio, quien por cierto se ha ostentado como licenciado en derecho en México sin haber cumplido con los requisitos legales de tesis, examen ni cédula profesionales y se pavonea con estudios de doctorado en Francia que también dice que obtuvo sin presentar tesis.
Bueno, fue secretario de Educación
del presidente López Portillo en 1977 un año, porque fue despedido por sentirse presidente de la república y desde ese cargo se pueden arreglar papeles educativos legales. Lo peor de todo es que Muñoz Ledo carece de una propuesta ideológica de partido.
Cuando presidió el PRI como premio de consolación en 1975 por haber perdido la candidatura presidencial que nunca le iba a dar el presidente Echeverría, Porfirio quiso convertirse al PRI en el “partido de los trabajadores”, teniendo como punta de lanza como jefe del proletariado mexicano a Fidel Velázquez, el responsable de haber liquidado el sindicalismo obrero como clase y consolidarlo como masa de acarreados sometidos a patrones y políticos.
Al final, parece que el sueño de Porfirio es terminar su ciclo político en el PRI, al que ayudó a Díaz Ordaz a transitar durante los días aciagos de la represión estudiantil del 68 y al que ahora quiere revivir en Morena.
Y como no pudo cumplir con el procedimiento legal que aceptó, entonces regresará a sus tiempos del PRI de Gonzalo N. Santos en los que todo se arreglaba a punta de madrazos.
Pase lo que pase en Morena, Muñoz Ledo estará cerrando su ciclo político como un porro de la política y no como dice que siempre ha sido: hombre de inteligencia, astucia e ideas.