Hace un par de semanas señalé que muy pronto sabríamos si el abono a la polarización de una nación y el discurso sobre la lucha contra la corrupción, son buenas pócimas para conservar un país y seguir gobernándolo, o bien, veríamos si esa fórmula lejos de ayudar, terminaba por desencantar a los electores.
Y parece ser que generar división y el verbo de la lucha contra la corrupción no sirvieron de mucho. Parece ser que tampoco fue suficiente contratar a Eduardo Verástegui, con quien seguramente se intentó generar un puente entre Donald Trump y las comunidades católicas y latinas.
Parece ser que tampoco funcionó el aparente diezmo que dio Trump en una ceremonia cristiana. Y no funcionó, porque los números están ahí, ante los ojos críticos del mundo entero, diciendo al fin que Joe Biden será el próximo residente de la Casa Blanca.
Qué curioso, los resultados inmediatos eso es lo que señalan, que Joe Biden ganó ¡y claro! no se le puede negar crédito a sus aciertos de campaña y la manera en que capitalizó los errores de su adversario para beneficio de su propuesta política. Sin embargo, pasando la inmediatez del resultado, debemos referir que no se trata precisamente que Biden haya ganado, si no que Trump perdió. Perdió porque es el rostro autóctono de la tiranía, la representa en carne viva y propia, porque se es un tirano cuando se piensa que solo la verdad está de su lado y que nadie más que él tiene la razón.
Porque se es un tirano cuando se cree que si se gana la elección es porque aquella fue limpia, pero si se pierde la descalifica y está dispuesto a ensuciarla, sin importar el esfuerzo humano, económico e institucional de toda una nación.
Perdió porque lejos de intentar reducir la polarización, abonó a ella con sus declaraciones, con su actitud, con sus acciones y omisiones, con su ego y soberbia.
Perdió porque acusó de corrupto a su adversario, acusación que fue ligera e informal, ya que nunca lo acreditó, mandando así al carajo al derecho probatorio. Perdió porque siempre se habló de tú con la discriminación y el racismo, como si fuesen elementos de la misma fuente. ¡No!, no ganó Biden, perdió Trump.