Por vez primera y luego de dos años en el gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador reconoce en propia voz, la diferencia de Feminicidio y Homicidio, apenas en días pasados Olga Sánchez explicó delante de él, los contrastes del léxico jurídico e implicaciones sociales. El reconocimiento del término que se utiliza para la máxima expresión de violencia contra la mujer, lo hace el presidente al mismo tiempo que acepta que este delito va al alza en su gobierno.
En cuarto informe, pero segundo en realidad, sus datos confirman que el feminicidio ha aumentado un 8.9 por ciento. Quizás pronunció la palabra Feminicidio, de corridito y en medio de otros delitos en su lectura, para que no nos percatamos de su aceptación, pero nos si lo notamos.
Apenas en el 2018, la Real Academia Española incorpora esta palabra, a su edición digital y la define como “asesinato de una mujer a manos de un hombre por machismo o misoginia”, también agrega en esta misma edición, el término Sororidad, para definir la solidaridad entre mujeres.
Este término se acuño por vez primera en Inglaterra como “Femicide” en la década de los setentas, pero fue en Bélgica donde se usa por vez primera en tribunales. En México es la antropóloga feminista Marcela Lagarde y de los Ríos, quien introduce el vocablo a partir de sus estudios de las Muertas de Juárez, a finales de los noventas.
Y es nuestro país el primero en el mundo en modificar la ley para definir y tipificar la violencia feminicida, desde el 2007, a partir de la gestión legislativa de Lagarde quien impulso además la creación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, la Ley para Prevenir y Sancionar la Trata de Personas y la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, documentos que muchos partidos y políticos presumen, pero, como el presidente, apenas si conocen su significado y alcance.
Es importante entender la palabra feminicidio (que cada vez aparece más en los medios de comunicación y redes sociales, sobre todo con el enfoque feminista y que muchos políticos se niegan si quiera a nombrar) para entender el movimiento social de muchas mujeres familiares de víctimas de este delito que siguen buscando justicia.
Duele escribirla, duele nombrarla, sin embargo, es una realidad presente, que si no se nombra se invisibiliza y no se atiende. Y que por fin la reconozca el presidente en su vocabulario, es un avance, mínimo, pero necesario, para el reconocimiento del problema.
Lo que el presidente sigue sin reconocer es la fuerza del movimiento feminista, que como piedra en el zapato le ha acompañado en sus dos años de gestión, porque nunca como ahora las protestas de mujeres han calado tanto, a pesar de la pandemia, las colectivas de mujeres siguen sumando redes e incentivando a la acción social, tanto en calles como en la carretera virtual.
Aunque no las nombre, hoy son más las asociaciones civiles que están realizando labor pública, sin recursos, sin apoyo gubernamental y sin esperar un reconocimiento a su desempeño. Son mujeres que ayudan a otras mujeres, que dan refugio, asesoría y ayuda humanitaria, que el gobierno les niega.
Presume un gabinete paritario, cuando nunca como ahora se había recortado tanto el presupuesto para la equidad de género. Se jacta de encuestas de opinión que lo ubican con un 60 o hasta 70 por ciento de aceptación, pero si el ejercicio en cuestión lo definiera por género, seguro con las mujeres, salía perdiendo.
POR GUADALUPE ESCOBEDO CONDE