El difunto del 2020 es atípico. Estadísticamente atípico, ya que más de un cuarto de las
defunciones de este año no se puede explicar sólo por las tendencias de la mortalidad de los años pasados. El covid-19 y la crisis sanitaria que generó en el país también han cambiado las características personales y socio económicas de los difuntos.
Este artículo se enfoca en estos decesos atípicos, que se desvían de lo estadísticamente esperado, o “en exceso”.
Tristemente, el difunto de 2020 es uno de muchos, con respecto a los años anteriores. Así, al 7 de noviembre de 2020, los decesos registrados en el año son 37.7 % superior a lo esperado. En esta misma fecha, los decesos en exceso eran de 229 000, cuando la cifra oficial de muertes por covid-19 era de 94 467, lo que implica un factor de 2.42 decesos en exceso por cada muerte oficial por covid-19. Esto implica que, al día de hoy, los decesos en exceso excederían los 277 .
Y el difunto retratado podría todavía no estar contabilizado en los decesos de 2020. Se pueden esperar más fallecimientos en exceso ya que faltan varias semanas para cerrar el año y las curvas de mortalidad de varios estados, así como los indicadores de capacidad hospitalaria, muestran un repunte e incluso en algunos estados apenas están tocando su punto máximo.
Además, existe un retraso en la captura de los datos del Grupo Interinstitucional para la estimación del exceso de mortalidad por todas las causas.
En cuatro de las 32 entidades federativas, las defunciones observadas en el primer trimestre del año, cuando todavía no había señales de desviación de la mortalidad con respecto a años anteriores, tenían un déficit de más de 10 % por debajo de lo esperado: Guerrero (-17.4 %), Chiapas (-14.1 %), Jalisco (-13.3 %) o Tamaulipas (-12.4 %).
Por otra parte, cinco estados (Chiapas, Oaxaca, Puebla, Tlaxcala y Yucatán) acusan un retraso de captura de los datos de defunción en los últimos dos meses reportados. Por estos dos factores, déficit al inicio y retraso ahora, la cifra de exceso de mortalidad de cada uno de estos estados será revisada al alza con un impacto sobre el exceso de mortalidad a nivel nacional, ya que estos ocho estados representan 28 % de la población del país.
Este difunto también es uno de muchos comparando con otros países. México, con una tasa de 179 decesos por 100 000 habitantes (al 7 de noviembre), es el cuarto país del mundo con mayor incidencia de decesos en exceso per cápita, después de Perú (250), Bolivia (200) y Ecuador (198), y arriba de España (138) y Bélgica (123), de acuerdo con datos oficiales reportados por The Economist y el Financial Times.
Lo más probable es que el difunto representativo haya fallecido por co- vid-19. Debido al alto subreporte por la baja aplicación de pruebas, los decesos oficiales por covid-19 permiten explicar solamente el 41.3 % del exceso de mortalidad por todas las causas.
Sin embargo, en la conferencia de prensa del 26 de octubre, la Secretaría de la Salud compartió que 72 % del exceso de mortalidad es atribuible a Covid-19 de acuerdo con la causa de defunción en las actas de defunciones.
Para el restante 28 %, o todavía existe un importante subreporte del covid-19 como causa de muerte, o el impacto del covid-19 ha sido indirecto; por ejemplo, si enfermos de otros padecimientos no buscaron atención médica en hospitales por miedo de contagiarse o porque el sistema de salud se encontraba rebasado por la crisis sanitaria.
Más probablemente que no, ese difunto es hombre. Los hombres representan cerca de dos tercios del exceso de mortalidad. Los decesos de hombres en 2020 son 45.2 % superiores a los datos observados entre 2016 y 2019, mientras que la variación de decesos de mujeres es de 30.0 %. Asi mismo, la incidencia del exceso de mortalidad de los hombres es casi el doble al de las mujeres, registrando 239 decesos por 100 000 habitantes comparado con 122 para las mujeres.
El difunto mexicano es, además, más joven que en el resto del mundo. La mitad de los decesos en exceso tenía menos de 65 años y la otra mitad 65 años y más.
En países como Francia, Italia y España, la población menor de 65 años no alcanza ni el 5 % del total del exceso de mortalidad, mientras que para otros con una proporción más alta, ésta sigue siendo mucho menor a la de México: Inglaterra (12 %) y Estados Unidos (23 %), por ejemplo.
Sin embargo, en territorio nacional, con datos al 10 de octubre (última actualización disponible de los microdatos de 2020), los decesos de adultos de 45 a 55 años y de 55 a 65 años tuvieron la mayor variación por grupo de edad contra lo esperado: respectivamente 66 y 68 % superior, cuando los decesos de los 65 años y más se incrementaron en 33 %.
Esto implica que la proporción de la población potencialmente económicamente activa en el exceso de mortalidad, suponiendo una jubilación a los 65 años, es más del doble en México que en Estados Unidos, y muy por encima de la muestra de países europeos.
Ésta es una diferencia que la demografía más joven del país no permite explicar, sino que evidencia otros factores como la alta penetración del virus en la población, el estado de salud de los mexicanos, la calidad de la atención médica y la capacidad hospitalaria.
Finalmente, si bien todavía no se cuenta con información sobre características socioeconómicas
de los difuntos a nivel nacional, los datos abiertos de la Ciudad de México permiten conocer el lugar de residencia de los difuntos.
Así, hasta media- dos de noviembre, en Milpa Alta, la alcaldía con menor índice de desarrollo humano, se registraron 82 % más decesos que en años anteriores, mientras que en la alcaldía Benito Juárez, la alcaldía con mayor índice de desarrollo humano, los decesos fueron superior en 26 % a lo esperado.
Las alcaldías Milpa Alta, Tláhuac y Xochimilco, las tres con menores índices de desarrollo humano en la Ciudad de México, también registra- ron una mayor proporción de decesos por covid-19 en casa, una tasa de 17 % para la primera y 13 para las otras dos, cuando el promedio para la ciudad es de 9.6 %, lo que implica que a menor desarrollo humano corresponde menor acceso a servicios hospitalarios.
Falta todavía mucha información sobre las causas de defunción, condición socioeconómica o lugar de residencia que se conocerán hasta la conciliación de los datos de las actas de defunción por parte de la Secretaria de Salud y del INEGI, un proceso que puede tardar hasta el 2022.
A medida que se tenga información más completa se podrán explicar las diferencias de mortalidad por sexo, grupos de edad, nivel socioeconómico y el desempeño comparado con otros países, así como analizar las fallas del sistema de prevención y atención que llevaron al alto saldo humano de 2020.
Por lo tanto, hasta ahora, y con los datos que contamos, éste es el injusto retrato del difunto promedio en México en el 2020: uno de muchos, contagiado en exceso, hombre, más joven y habitante de zonas de bajo desarrollo humano.