México no escapa a los efectos secundarios en la salud que está ocasionando la presente Pandemia. Se espera que nuestro país presente un repunte mayor este año en daños a la salud mental, en las trastornos afectivos y en el estado de ánimo de sus ciudadanos.
La depresión es una de las principales enfermedades que azota a nuestras comunidades. Es un problema de sanidad pública tan enorme que la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que afecta severamente a más de 300 millones de personas en todo el mundo.
El daño a la salud mental será el tema de mayor conversación en los próximos meses. Esta pandemia mundial lleva ya un año y proyecta expanderse hacia una “cuarta ola” en países como España, Inglaterra y Alemania.
El Covid ha producido enfermedad y muerte en exceso, pero también ha tenido un impacto severo en el trabajo, el esparcimiento, las relaciones sociales y los hábitos cotidianos de las personas.
Como nunca en su vida la gente está experimentando aislamiento social, miedo al contagio, ansiedad por alcanzar vacunas (mexicanos volando a Texas y Florida para inyectarse), angustia extrema y alta inseguridad económica. Y para muchos se ha convertido en algo cotidiano practicar el duelo constante, ya no de amistades y parientes solamente, sino también de seres queridos de primera línea.
El efecto es además transversal. Observamos un marcado fenómeno de “fatiga pandémica” que se presenta de manera más cotidiana y alcanzando a la mayoría de la población. Se manifiesta de manera más evidente en expresiones de irritabilidad, cansancio y estrés marcado.
Nuestras autoridades en México deben actuar desde ahora frente a esta crisis que ya tenemos encima. Para nosotros no será una “cuarta ola” como en Europa: Aquí no han existido más de una ola, ha sido siempre una sola de constante ascenso.
Algunos analistas calculan que en algunos países, sobre todo aquellos que presentan más casos y muertes (México ronda entre el tercer y cuarto lugar), la crisis de salud mental afectará al menos a 30 por ciento de la población y en un porcentaje mucho más elevado impactará en poblaciones de riesgo que están en primera línea: médicos, enfermeros, asistentes de salud, maestros y personas cuya vocación tiene que ver con servicios comunitarios y sociales.
Las “bajas” están a la orden del día. Las muertes en nuestro país se han disparado no solo por COVID-19, sino también por otro tipo de enfermedades y padecimientos. Entre enero y agosto de 2020, según el INEGI, se incrementaron hasta 40 por ciento los fallecimientos derivados de enfermedades como diabetes, cáncer, neumonía y complicaciones cardiacas.
La salud de todos los mexicanos está en juego. Los mexicanos demandan al Gobierno federal tener una estrategia más completa para acelerar la gestión en la aplicación de vacunas. De igual importancia está accionar medidas preventivas y de contingencia para atacar los efectos colaterales que trae esta Pandemia.
Cada país finalmente sabrá resolver sus propias crisis de salud. Sin embargo, una visión más cooperativa de trabajo a nivel regional será también bienvenida para sumar esfuerzos y compartir experiencias y técnicas de solución.
POR HOMERO HINOJOSA