Después de nosotros, quizás haya ángeles, pero crecimos en los hombros, en las alas, en la cima de una montaña. Podemos ver todo desde un gato que pasa sobre una casa y otro que se pervierte en los ojos donde se acomoda la noche. Todo es grande, si de nuevo lo vemos y lo sabemos ver como es.
Sabía que tenía que hacer varias cosas durante el día, entre ellas fumar un cigarro por la ventana que da a un costado de la casa, al aire. Después volver hacia otra parte donde está la sala, por un breve pasillo, no es muy lejos, sabía que lo lograría, no es como ir de una ciudad a otra. De modo que podría ir en este momento. Ya estando ahí podría sentarme un rato en la sala y revisar textos, no sé porqué siempre hago eso. Pero siempre me topo con los libros, no tengo otro tiempo, un segundo libre, cuando no me tropiezo con ellos, la casa es una biblioteca dispersa. En mi vida he tenido tres o cuatro veces libros, porque han migrado como una larva y me he quedado con los más queridos. Que son muy pocos, y el resto los he vendido, cambiado, regalado, prestado, en fin. No los extraño.
De aquí quiero ir también la recámara, ahí también tengo libros, toco la suave cama, parece que no tiene resorte, parece un poco desgarrada por eso me di cuenta que tiene resorte. Abajo hay un colchón más viejo
pero está bien acoplado donde uno se queda acéfalo sin aceptarlo.
El baño es austero, minimalista. Y aún costado está el espacio donde lavo los trastes y a veces la ropa.
De repente , sentado o yendo de lado a lado, me puse a recordar que hace rato un amigo me dijo: “Ya estoy hasta las chanclas de eso del Coronavirus; donde quiera lo oigo y lo veo” le dije: piensa en otra cosa, en las cosas bonitas de la vida, puedes estudiar algún idioma distinto del inglés, mientras tanto, aprovecha tus vacaciones carnal, porque si me ves a mí yo siempre hago esto que estoy haciendo. Pero pues si ya te aburriste, no necesitas escuchar lo del Coronavirus, métete a un taller de los que dan en línea, hay para escribir, hay para todo.
La otra es que te pongas a leer a lo bestia y te metas a ese mundo cruel que te atrapa. Entonces, una vez adentro, ve con los personajes. Y fíjate a qué huelen, fíjate qué actitud toman ante las circunstancias de la vida, no para que seas como ellos, porque cada uno de los escritores buenos lo que hace es sorprenderte a cada instante, como un hecho sucesivo de la vida, por eso uno nunca termina de leer a Don Quijote.
Hay lugar en la cocina para una olla de peltre sin tapa, dos cacerolas de peltre del mismo color y hay una taza para hervir agua, también de peltre; 3 platos limpios solidarios, 3 tenedores y 3 cucharas, no sé por qué, y tres tazas disparejas. Medio kilo de tortillas hay en una pequeña mesa, dos botes de sal, litro de aceite, pocos comestibles, en realidad no hay. Abajo sobre una pequeña repisa hay productos usados con cuidado.
En el comedor cuando hay comida caben hasta 4 platos, pero hoy que no hay platos, están un libro de Augusto Monterroso que se llama Movimiento Perpetuo, una caja de cigarros baratos, un cenicero, unas bocinas para el celular y está mi celular, un vaso con café, los lentes que no se me olviden que ahí están, un lapicero de punto fino, no sé porqué y un cuaderno que llené con poemas.
En el breve pasillo que va hacia la salida cabe la bicicleta y a un costado de la espalda de un librero está una silla que nadie ocupa pero ahí está.
Uno de los muebles que tiene el sitio donde iba la computadora, se ha vuelto una galería de mis dibujos. Ahí, poco a poco regreso al dibujo en los espacios que antes dedicaba a la calle. Extrañaba el claroscuro, el abstracto, las líneas con las que uno recrea el mundo.
Ahí atrás donde digo yo que está el jardín imaginario, porque en realidad es un jardín pero muy pequeño, tengo algunos cactus, quiero decir una biznaga y tengo dos órganos del cuarto distrito y también tengo una planta de orégano que se ha extendido por casi todo el patio. Tengo chile serrano y un pequeño Maguey. También tengo apio, y unas zanahorias que cuando crecieron se levantaron en armas y se asoman a este cuarto todo terreno, cuatro por cuatro metros, a 40°.
HASTA PRONTO.
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA