Me pregunto a qué jugamos quienes tenemos un espacio en un medio de comunicación para hacer saber a sus pocos –en mi caso– o muchos lectores en otros, una opinión personal sobre un tema tan intrincado e endiabladamente lejos de nuestras manos, como una sucesión gubernamental, sea en un municipio, en una gubernatura o la Presidencia de la República. Lo que escribamos o hablemos sobre quién puede ser el agraciado en realidad es para nuestro contentillo personal, porque influirá en forma microscópica o tal vez ni en lo mínimo en esa designación, a veces definida mucho antes de la fecha en que ésta se haga oficial.
Pongo sobre la mesa el tema por lo que pasa ahora en ese contexto en Tamaulipas, en donde el alud de nombres y apellidos alcanza ya a más de una treintena de personajes entre los partidos históricos y los membretes oportunistas que nacen atraídos por las jugosas prerrogativas –dinero contante y sonante– que se manejan en esas experiencias políticas.
Un día amanece un “amarrado” y en el curso del día niegan la especie; otro día dan por “muertos” a dos o tres y a las pocas horas los vuelven a resucitar como aspirantes; juegan durante meses con una extensa baraja cuyas cartas nunca están completas, porque se eliminan muchas de ellas o se agregan otras que ni imaginaban.
Opiniones van y vienen, algunas sensatas y otras normadas por simpatías, pero prácticamente ninguna posee la certeza de sus asertos o pronósticos y quienes los soltamos al aire terminamos en una gran mayoría –
hay que aceptarlo– en sólo especulaciones maquilladas con un análisis profesional.
En estos escenarios de Dios y del Diablo por los halos de santidad o patas de cabra en que se encasillan a los aspirantes, se han escrito historias que reflejan muy bien la veleidad de un sedicente “tapado” que a la postre resulta un peón utilizado en el rejuego perverso del poder.
En ese terreno, no hay tamaños ni prestigios para evitar cometer errores y hasta quienes se consideran más informados fracasan en sus augurios.
Si me permite, expondré en estas líneas un caso que me tocó vivir a trasmano y en forma indirecta, en el proceso en el que el entonces gobernador Emilio Martínez Manautou estaba por dejar el mando de Tamaulipas.
El pasaje que refiero nos fue narrado un día después de la anécdota a su servidor y a Pedro Alfonso García en forma directa y de viva voz por Don Alfonso Pesil Tamez, amigo íntimo del doctor y a la sazón Director General del periódico La Verdad en Victoria. Corría 1986 si no me traiciona la memoria.
La noche previa al “destape” del candidato del PRI y posteriormente Jefe del Ejecutivo estatal, quien sería Américo Villarreal Guerra, Don Alfonso recibió una llamada del mismísimo gobernador Martínez Manautou. Palabras más, palabras menos, le dio lo que era casi una orden: “Publica mañana que el candidato es Manuel Garza González, es un hecho, me lo acaban de confirmar de México”.
El dato parecía correcto e infalible. Desde la tarde de ese día se había filtrado en rumores y llamadas a granel, que Garza González ya había empezado a recibir en el PRI los parabienes y felicitaciones de una cauda interminable de amigos y de quienes aspiraban a acompañarlo en el cargo.
Con la confianza de un amigo, Don Alfonso lo refutó: “No puedo hacer eso Emilio, no hay nada seguro y si nos equivocamos vamos a hacer el ridículo”, respuesta que, siempre en la narrativa del inolvidable periodista, enfureció al gobernador, quien terminó la llamada con un “¡Entonces haz lo que quieras!”
La decisión periodística fue sostenida y no se publicó el precoz destape de “El Meme”,
lo cual fue un enorme acierto, como ya es historia, saldo que Don Alfonso recordaba dándose una palmada en la frente como era su costumbre, al señalar en forma jocosa: “De la que nos salvamos, hubiéramos sido el hazmerreir de todos”.
Lo anterior demuestra en forma palpable una realidad: La identidad de un candidato, cuando existe un poder político superior como hoy sucede tanto en nuestro Estado como
en el país, nunca es segura hasta que El Gran Dedo así lo determina.
El presente de Tamaulipas es el mismo del pasado, en donde nada valen las adhesiones o las críticas anticipadas, tanto en los medios de comunicación como en llamadas telefónicas o encuestas de cartón. En este virtual tablero de ajedrez, a los periodistas también nos toca como a muchos políticos, ser peones en los movimientos del Rey…
POR JOSÉ AZPEITIA
@LABERINTOS_HOY