TAMAULIPAS.- Más allá de los impedimentos técnicos que pudiera tener Maki Ortiz para participar en la convocatoria que publicará el Comité Nacional de Morena en las próximas semanas, acaso su principal problema, el que más la aleja de su anhelada candidatura, sean sus posiciones públicas y políticas, absolutamente contrarias a los preceptos fundamentales de la llamada cuarta transformación.
Más concretamente, a la ex alcaldesa de Reynosa la condena su paso por el Senado, donde como muchos otros legisladores panistas fungió como férrea promotora de las reformas estructurales del peñismo.
Las mismas que hoy el presidente quiere echar abajo a toda costa, como parte prioritaria de su programa de gobierno para la segunda mitad de la administración.
Eran los tiempos en los que la doctora disfrutaba de las mieles del poder, cosechando los beneficios de su bien labrada amistad con Felipe Calderón y Margarita Zavala. El 10 de diciembre del 2013 por ejemplo, votó a favor de la reforma energética, el emblema del noeliberalismo, y quizás la que más ha cuestionado el presidente, al grado que ahora mismo se discute una contrarreforma que la anularía por completo.
En aquel momento, por cierto, mientras los legisladores del PRI y el PAN aprovechaban su mayoría conseguida a través del Pacto por México, López Obrador convalecía tras haber sufrido un infarto justo cuando había acelerado su campaña contra lo que consideraba la privatización de la industria energética.
Unos días después, Maki Ortiz también votó a favor de la reforma educativa, cuestionadísima por el presidente y por el magisterio en general, al considerar que los despojó de algunos de sus derechos laborales fundamentales.
Tanto, que menos de un año después de asumir la Presidencia, López Obrador propuso una nueva iniciativa que en términos generales abrogó todo lo aprobado en el 2013.
Esos son los dos ejemplos más claros, pero de manera consistente, la entonces senadora votó a favor todas las propuestas a las que se oponía el entonces ex candidato presidencial que advertía del rumbo que tomaría el país hacia “el despeñadero”.
Ese es el lastre más pesado con el que todavía carga Maki Ortiz. Su repentina simpatía por el proyecto del presidente no resiste el más mínimo análisis de su trayectoria política, ligada siempre al panismo, y aún más, al sector calderonista de ese partido.
Es decir, no podría estar más lejana de lo que pudiera considerarse la muy particular ideología obradorista. Problema grave para ella, si se considera que Morena y el presidente seguramente buscarán evitar que se repitan desaguisados como el de Lily Tellez, quien llegó al Senado montada en la ola de la cuarta transformación y en un suspiro se convirtió en su más férrea opositora.
Eran otros tiempos. Si en la cúpula morenista aprendieron la lección, pondrán -ahora sí- un dique contra la incongruencia.
CATALEJOS / MIGUEL DOMÍNGUEZ FLORES
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— Expreso (@ExpresoPress) January 5, 2021