TAMAULIPAS.- La siguiente reflexión parte de un aprecio al papel que las Fuerzas Armadas han jugado en la estabilidad del país y del cauce democrático iniciado en los años setenta.
Ejército, Fuerza Aérea y Marina son las instituciones que más confianza recaban entre la población. No en balde México ha sido uno de los pocos países en los que jamás se han interrumpido las elecciones y en las que, desde 1934, todos los presidentes electos han concluido su mandato sin, como en tantas repúblicas de América Latina y del mundo, se haya interrumpido el orden constitucional.
No entender la centralidad pasiva o neutral del Ejército y de la Marina en los últimos 85 años es un tropiezo de graves consecuencias. López Obrador no parece entenderlo así. Si la participación de estas instituciones en las tareas de seguridad interior luce, por el momento, indispensable, no hay razón que justifique su presencia en puertos, aduanas, desarrollos inmobiliarios, construcción de obra pública, banca, reparto de programas sociales, migración, protección de red de ductos, distribución de medicinas y tantas otras actividades.
Todo esto sin contar con las tareas de inteligencia que ya realizaban tanto el Ejército como la Marina, pero que ahora monopolizan porque la inteligencia civil quedó desmantelada. Desde el sábado 20 de noviembre corrieron en los medios y en las redes las palabras del general secretario, Luis Crescencio Sandoval, en el sentido de que “como mexicanos, es necesario estar unidos en el proyecto de nación …”.
La frase no me asusta y, al revisar discursos de anteriores secretarios de la Defensa, encontramos afirmaciones parecidas. Lo que sí me asusta es el aval que da el general secretario a la llamada Cuarta Transformación cuando dice: “Tenemos presente que las Fuerzas Armadas han cumplido un papel trascendental en cada una de las transformaciones nacionales, y eso nos motiva a seguir contribuyendo con la que actualmente vive nuestro país”.
Y me asusta porque la intervención del Ejército en las otras tres transformaciones no fue una intervención pasiva y neutra, sino activa y beligerante. Transformaciones en las que las Fuerzas Armadas tuvieron que tomar partido.
O la frase “apoyamos los proyectos prioritarios de su gobierno, con todos los recursos humanos, materiales y financieros que la nación nos provee en aras del bienestar de los mexicanos”.
Las Fuerzas Armadas no están para apoyar los proyectos prioritarios de los gobiernos. No estuvieron para apoyar la reforma eléctrica o la reforma educativa de Peña Nieto y no es su papel apoyar las obras de infraestructura de López Obrador.
A JUICIO DE AMPARO / MARÍA AMPARO CASAR