7 diciembre, 2025

7 diciembre, 2025

LA COMUNA

La vida privada, de los servidores públicos

La Comuna / José Ángel Solorio Martínez

TAMAULIPAS.- El acontecimiento ocurrido al fragor de las precampañas de los dos precandidatos más poderosos -el de la coalición MORENA-PV-PT, Américo Villarreal Anaya y el de la alianza, PAN-PRI-PRD, Truco Verástegui-, entre la esposa del lopezobradorista -doctora, María de la Luz Santiago Diez- y un periodista, plantea varios temas a debate al tiempo que ese particular evento, marca un hito en las luchas políticas de la entidad.

Los tópicos que llaman a la discusión y a la reflexión, son los derechos a la Libertad de expresión y el respeto a la vida privada de los actores públicos. Ambos derechos, tienen límites; pero éstos, son tan complicados para delimitar que es fácil, caer o en la censura o en el agravio.

El caso que nos ocupa, es sumamente espinoso.
Si se le da la razón al comunicador, algunos ciudadanos, considerarán que la esposa del precandidato morenista, se excedió en su respuesta; si se coincide con la conducta de la doctora, algunos supondrán que el periodista, actuó con una conducta anti-ética toda vez que invadió espacios de la intimidad familiar.

¿Qué es lo que cambió en el momento en que la prensa, pone su lupa en la esposa del candidato?

1.- Emerge como activo actor político, la pareja del precandidato. Siempre lo han sido. Realizan actividades proselitistas, ayudan a ampliar consensos a sus consortes y organizan y promueven actos de campaña. Ha ocurrido desde que se tiene memoria. La diferencia del pasado al presente, estriba en que hoy la señora que pretende ser la primera dama de la administración estatal fue subida al cuadrilátero de los puñetazos.

Más claro: las esposas de los precandidatos, dejaron de ser una zona franca en la cual los misiles de la prensa, no podían ni por equivocación, caer.
Ese pasaje, sin duda, enrarecerá el escenario político regional. A partir de aquella fecha, ninguna aspirante a primera dama, está a salvo de ser daño colateral en una disputa donde se han roto principios no escritos, pero -hasta aquel día- siempre respetados.

2.- Las esposas de los candidatos, fueron subidas -por la Prensa, o por los operadores de los cuartos de guerra de los candidatos en pugna- a un espacio que ellas no deseaban, ubicándolas como elementos políticos beligerantes.

3.- Ese nuevo ambiente sociopolítico, obliga a los candidatos a capacitar a sus esposas para sortear con prudencia y sensatez, el proceloso pantano en que se ha convertido la Prensa regional. Ya no son -ni deben ser- los entes ingenuos y nobles, cuya labor se constreñía a mostrar su bondad y generosidad para ayudar a sus esposos en tareas de gobierno; hoy por hoy, son parte del proyecto político y de gobierno que encabezan sus parejas.

4.- Un primer paso de lo que deberían comprender las actuales esposas (os) de los candidatos (as), es la ubicación social en la que estarán si sus maridos, ganan las contiendas electorales en las cuales participan: son y serán, personajes públicos. Y ese nuevo encargo, tiene sus peculiaridades; posee, características tan agradables como complicadas; una de las más ásperas, es el escrutinio de los medios sobre todo lo referente a la vida privada -que muchas de sus esferas, pasan a ser públicas- de la familia de los servidores públicos.

5.- Las contiendas electorales en Tamaulipas, no sólo deberían ser normadas por el Instituto Electoral de Tamaulipas; se requieren a la vez, una maciza ética periodística y una renovada ética política.
Por algo, la vida pública del país, es cada vez más pública.

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