La incapacidad de resolver la crisis que involucra a un miembro de la familia presidencial en un probable conflicto de interés ha dejado una estela de violaciones constitucionales, de derechos humanos y electorales, con consecuencias internacionales por venir e, incluso, terminó por enredar a Morena que, si no se distancia con prudencia, le desfondará las urnas.
Por donde se quiera ver, la forma como el gobierno ha intentado resolver su crisis, que lo emula a actos cuestionados del pasado, le ha abierto otros frentes que le traslada al partido que, dividido, no logra encontrar un frente único de actuación y que ha dejado en claro, internamente, que no defenderá al hijo motivo de la discordia. El elevar al Presidente al rango de la encarnación de la “nación, a la patria y al pueblo”, no hace más que confirmar la exigencia de Palacio de que el partido y sus candidatos asuman los costos, aun sabiendo que será el centro de la explosión, la zona cero.
La primera duda que salta del comunicado de apoyo del grupo parlamentario del Senado es quién defiende al Presidente. Nadie lo ha depuesto, nadie lo ha encarcelado, el Ejército no ha dado un golpe de Estado, no hay paros masivos de trabajadores, las empresas no han cerrado, no hay fuerzas invasoras, la prensa cubre y publica sus actos. Por el contrario, él mantiene el poder absoluto que le da la Constitución, incluso recurre a metapoderes para violar aquélla y los derechos humanos de los periodistas y de sus opositores.
Entonces, ¿de quién lo defienden? La clave está en el episodio de la mañanera del martes pasado. El ciudadano recurrió al más complejo de los recursos políticos: la victimización extrema.
Y hago algunas reflexiones sobre la gravedad de ello, especialmente esperando que Morena pueda tener materia de análisis. ¿Puede un funcionario de ese nivel mostrarse al borde del sollozo ante fuerzas criminales que controlan amplios territorios? ¿Puede hacerlo quien controla el Congreso para reformar leyes que privilegian un proyecto de desarrollo controvertido, dejando sin dinero los refugios de mujeres, desamparando a niños con cáncer, negando la crisis humanitaria que representan los feminicidios y desmantelando la democracia para perpetuar a su familia en el poder?
Han sido pocos los políticos que salieron bien librados al usar ese recurso. Barack Obama, uno de ellos. Era diciembre de 2012 y como jefe de Estado daba las condolencias a los padres por la muerte de niños en un tiroteo en el colegio Sandy Hook, en Newtown, Connecticut.
Se le entrecortaron las palabras. Se llevó un dedo a enjugar la lágrima del ojo izquierdo; pausó. Y continuó: “(…) tenían toda su vida por delante”.
Así sería deseable ver a un ciudadano investido de poderes legítimos hacerlo, por ejemplo, por los cuatro jóvenes asesinados y una más desaparecida en Zacatecas. Que se le entrecorten las palabras al unísono de las madres que todos los días pierden a sus hijos en este país que no tiene paz, ni la tendrá si Morena no lo defiende de él mismo.
En otros temas, de nueva cuenta los juzgadores del Poder Judicial de la Federación defienden la constitucionalidad de la vida pública. El titular del Juzgado Primero de Distrito Especializado en Competencia Económica frena los actos de la Comisión Reguladora de Energía, que suspendió el permiso de generación de energía de una empresa privada, debido a los graves perjuicios para la competencia y las empresas en Monterrey.
Asimismo, el juez segundo de Distrito del Centro Auxiliar de la Primera Región en la CDMX declaró inconstitucional la prohibición de 10 años impuesta a funcionarios públicos de alto nivel para emplearse en empresas que hubieren regulado, que, como parte de la Ley Federal de Austeridad Republicana, emitió el Congreso de la Unión.
Por Jorge Camargo




