5 diciembre, 2025

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LA MAFIA DEL PODER MISOGINO

EN BOCA DE TODOS / GUADALUPE ESCOBEDO CONDE

TAMAULIPAS.- El machismo que prevalece en los cargos de dirección pública sigue siendo un muro infranqueable para muchas mujeres profesionistas, la brecha salarial es la punta del iceberg de la dura realidad que enfrenta una mujer al momento de salir a trabajar. Las oficinas que siguen en manos de los «señorones» dueños de su club de Tobi no da cabida a las mentes femeninas, no les interesa la agenda de género, es más si detectan algún interés por establecer alguna, la frenan.

Hablamos mucho del techo de cristal, ese que se ha normalizado y que impide que una mujer acceda a puestos de mayor envergadura en su trabajo, se critica que ella no pueda decidirse a acceder más a arriba, que sea dejada y que hasta por comodidad, no compita con los hombres. Sin embargo, poco se habla de la mafia del poder misógino, ese valor entendido entre ellos, donde se apoyan para escalar peldaños y meten el pie a ellas, porque son «muy complicadas».

Pero además de ese cielo invisible que topa a las mujeres en su ascenso, esta otro precepto que la ONU explica como «Escaleras rotas» que se refiera a cuando la trayectoria laboral de las mujeres es interrumpida, aquí se explica que además de encontrar obstáculos personales como la maternidad, haya dificultad para compaginar la doble o triple jornada que representan el conjunto del trabajo doméstico, el trabajo del cuidado de niños, ancianos, enfermos y la familia en su conjunto, y la labor profesional.

Hasta ahora los estudios de género apuntan a que ellas tienen los mayores obstáculos en los estereotipos de género, que las arraigan en la casa y a ellos les impulsa para los espacios públicos, casi la responsabilizan a ella de elegir ser madre, o hija cuidadora o esposa atenta, poco se visualizan las agresiones de que son objeto en el ambiente del trabajo, y no solo de acoso sexual, en este rubro ya se ha avanzado, es el acoso laboral y la discriminación por ser mujer que sigue arraigada en los trabajos de oficina.

Las mujeres batallan más que los hombres para acceder a los estudios, y cuantos más avances registran, los colegas sienten más competencia y se vuelven más rudos, el camino es hostil, provocando una competencia desleal pues el pacto patriarcal los arropa a ellos, mientras que a ellas, las desvaloriza.

La pandemia demostró que ellas son más aptas para resolver emergencias, pero fueron ellos los primeros en retomar su trabajo en los escritorios públicos, ellas debieron aguantar un poco más pues las clases en línea mantenían a los hijos confinados. Una vez fuera, con nuevos aires, los jefes y compañeros de trabajo se reagruparon para volver al trabajo «normalizado», ese que excluye a las mujeres o las remite a poner el café y hacer cosas sin importancia.

Para romper el techo de cristal, se sugiere sororidad, que entre compañeras se apoyen y empujen hacia arriba, que si le va bien a una, nos va bien a todas, que con la paridad ganamos más y que entre más igualdad logremos, estaremos mejor en todos los ámbitos, hasta los salariales.

Pero y a ellos, cuando se les cuestiona, son los principales agresores y responsables de perpetuar la cultura machista, por conveniencia.

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