TAMAULIPAS.- México abre una nueva era, “la criminalidad en el futbol transmitida por teléfonos móviles”, así nos leen en el mundo, el titular de El País dice “La Nueva Era de la Barbarie”; “Una Batalla Campal” dice la BBC; “Terrible Batalla Campal”, apunta el Clarín, la prensa internacional que sigue el minuto a minuto el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, colocó la nota deportiva en primera plana del domingo a causa de la violencia machista mexicana, esta vez no se habla del crimen o de los once feminicidios cotidianos, es el juego del hombre: el futbol.
El once contra once se convirtió en todos contra todos, en un hecho que no es inédito, ni es asilado, se ha registrado en otras ocasiones, quizás con menos espectacularidad o morbo, pero cualquier mujer sola o con su familia cuenta las historias de terror que se viven en las gradas de los estadios futboleros, da igual si es en escenarios llaneros o si es en mega estructuras destinadas a los partidos de liguilla, ellos no lo ven o son omisos y hasta justifican a las barras, “son apasionados de verdad”.
Las noticias de este domingo solo hablaban de ellos, los monstruos, los violentos, los victimarios, que esta vez se fueron contra sus pares, los otros hombres que estaban con la barra equivocada, la contraria a su afición.
Desde el graderío en tiempo real, sin transmisión diferida, con más cámaras que las de costumbre, cada celular que emitía las imágenes de la masacre, nos ofrecía la crónica futbolera, unos decían 17 muertos, otros hablaban de más, hasta que salió la autoridad, hombres directivos de protección civil, de los gobiernos y la propia administración del futbol mexicano, para calmar a todos, “no hay muertos oficiales”, 22 hospitalizados, 2 de gravedad y la desinformación seguía corriendo como pólvora para encender más los ánimos de una nación que encuentra en este deporte, como en la fe guadalupana, el sosiego de cada domingo.
La misma afición, más pronta que la policía, identificó a los que tiraron la primera piedra, que no lograron esconder la mano en sus redes sociales, ahí están denunciados con rostro enfurecido, con la sangre hirviendo y la justificación en defensa de su equipo.
Tibias todas las autoridades al respecto, todos los hombres empoderados hablando de sanciones mínimas, de repudio hacia la violencia, de promesas de paz y llamados a la conciencia cívica, como sí no se dedicarán, sin tiempo reglamentario, a fomentar la discordia, la confrontación política, la de las porras y las de género.
Al silbatazo final, al término del tiempo reglamentario de su batalla campal, de vuelta a casa, con sus mujeres, madres, hermanas, hijas, vecinas, amigas o compañeras de trabajo, el agresor platica la hazaña. Y en otro domingo cualquiera, los aficionados cruzaban apuestas por conductas antideportivas, los dueños de la empresa futbolera tratan de minimizar costos y la afición mexicana dolida, se queda sin algunos partidos, por lo demás todo seguirá igual.
Los apuntes de las feministas que se organizan para la manifestación de marzo y que se saben contenidas y estigmatizadas, nos recuerdan que la violencia no es pasión, que cerca del 95 por ciento de los homicidas son hombres, que el 98 por ciento de los agresores sexuales son hombres y que el 99 por ciento de los pederastas son hombres también. ¿A que juegan muchos hombres? A ser violentos.