Durante la celebración del Día Internacional de la Mujer en la CDMX hubo protestas, descontento, reclamos; también gestos fraternales, como el obsequio de flores al batallón femenino de la policía, además de otros eventos solidarios de gran contenido humano, sin perder de vista el objetivo principal relacionado con la inseguridad que padece uno de los sectores más vulnerables de la sociedad.
Y aunque no faltó la provocación de grupos que parecen contratados para ello, los daños fueron menores en todos los sentidos, incluido el número de personas lastimadas, algunas derivadas de su imprudencia como aquellas que tras destruir un cristal en una estación del Metro, resultaron heridas.
Fue una jornada de paz digo, muy alejada de los deseos de los reaccionarios que esperaban cantar al mundo que “México está incendiado”. Para el efecto eligieron escenarios de seguro impacto publicitario, como el Palacio Nacional, el de Bellas Artes, la Catedral y la Columna de la Independencia, entre otros…sin embargo su destructora estrategia de nueva cuenta falló, como les falló la consigna de agredir con saña y odio homicida a quienes tenían la misión de preservar el orden. Significativo por el contrario, que algunas mujeres policías se agregaran a la protesta generalizada por la violencia de género.
La celebración entonces, fue una muestra de madurez que mucho enaltece a quienes la organizaron bajo la convicción de rechazar el uso de la fuerza no justificable en un régimen democrático que garantiza a plenitud el derecho a la libertad de expresión. Fue asimismo, otra lección para los conservadores que pretenden convertir a México en un campo de batalla con resultados funestos, bajo el objetivo de desprestigiar a la 4T y su líder, ante el resto de los países. Y es que la reacción derechista sigue apostando a la represión de resultados lamentables. Que haya muertos, es lo que desean, para culpar al supremo gobierno.
Por ello no extrañan los constantes mensajes catastrofistas de ciertos medios de comunicación y de conocidos “analistas”, cuya evidente intención es preparar el terreno para un eventual asalto al poder, incluso con intervención de gobiernos extranjeros, tal cual ha sucedido en otras naciones latinoamericanas.
Quedamos en que manifestaciones como la mencionada, son cada vez más civilizadas en el entendido de que la agresión masiva demerita las causas originales de las protestas, convirtiéndolas en hechos delictivos y por lo tanto, perjudiciales para la sociedad. En el caso de la celebración del martes anterior en algo debieron contribuir las recomendaciones de AMLO respecto de utilizar una actitud pacífica en lugar de la violencia a que convocan los neoliberales causantes de la corrupción y la desigualdad que padece la república…pelaos estos.
DE LO PERDIDO, LO ENCONTRADO
El columnista insiste en que el voto popular relacionado con la elección a gobernador de Tamaulipas, está definido, lo cual no obsta para respetar en todo lo que valen, los esfuerzos de la triple alianza para avanzar y aun superar, lo que hasta ahora aparece como desventaja. (Lo dicen la mayoría de las encuestas donde no existe interés particular y sí, objetividad profesional).
Y es que a menos de tres meses de la elección, a esta triple alianza sucede lo que a los equipos de fútbol que en tres minutos de compensación, suponen revertir el marcador, cuando no pudieron hacerlo en los noventa minutos reglamentarios. En este sentido usted dirá que en ocasiones la confianza produce milagros. A lo mejor, es probable, tal vez, quizá…uno nunca sabe.
En cuanto a los candidatos y conforme al estilo de cada cual, tan bueno puede ser “el pinto como el colorado”, pero de eso no estamos hablando, sino de que el sufragio ha de ser fríamente aplicado, es decir, ajeno a la propaganda fácil que puede convertirse en congestión difícil para una sociedad que, por los fenómenos nacionales e internacionales conocidos, ha transcurrido por un curso intensivo de concientización.
SUCEDE QUE
En el legislativo local, Morena lleva mano en “el juego del hambre”. (Cero a cuatro y contando). Y Zertuche que ni con mata-moscas le atina.
Y hasta la próxima.
Por Max Ávila