MÉXICO.-Quienes conocían a María de los Ángeles Martínez Rodriguez no podían creer su feminicidio y que había sido asesinada con tal brutalidad.
La describen como una mujer buena que no le hacía daño a nadie y que no se metía en problemas.
Era una hija dedicada al cuidado de su madre enferma; la única mujer entre cinco hermanos; mamá de un hombre y una mujer, y abuela de seis pequeños. Quienes la conocían no pudieron creer que fue su propio hermano José quien le quitó la vida.
Gela, como le decían de cariño, trabajaba en la cafetería de una de las maquiladoras de Ciudad Juárez, Chihuahua, un municipio que se caracteriza por alojar a cientos de empresas de este tipo y una ciudad que también destaca por sus altos índices de violencia contra las mujeres. De acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, Ciudad Juárez fue el municipio con mayor número de feminicidios contabilizados en 2021 con 17.
María de los Ángeles tenía 46 años al momento de ser asesinada aquel 5 de mayo de 2019 en Terranova, Ciudad Juárez. Su hermano menor, Olegario, la describe como una mujer muy amable y servicial con todos. Valeria, su hija, recuerda que lo que más le gustaba era pasar tiempo con sus hijos y sus nietos.
Dos hermanos que la amenazaron de muerte
La relación de Gela con dos de sus hermanos: Juan y José era muy complicada. Ambos eran adictos al cristal y al alcohol, y solían provocarle problemas y disgustos a su madre, quien padece de diabetes y presión alta. Constantemente le pedían dinero para satisfacer sus adicciones y en una ocasión le robaron objetos de valor que empeñaron; María de los Ángeles, al defender a su madre, fue amenazada de muerte.
“Le hacían problemas a mi mamá y ella les decía que si iban a hacer problemas, ella no los iba a dejar entrar, entonces los dos la amenazaron [de muerte] semanas antes”, relata Olegario.
Juan estuvo en prisión vinculado a la muerte de su hermana, pero evidencias en la escena del crimen arrojaron que José es el asesino. Juan, tras salir de prisión, murió de cirrosis ocasionada por su adicción al alcohol; se le había reventado el hígado.
Siempre contestaba el teléfono
De lunes a viernes, Gela se despertaba temprano para trabajar en la maquiladora y al terminar, pasaba a visitar a su mamá. Llegaba de noche a su casa para preparar tortillas de harina que vendía en las plazas comerciales para tener un ingreso extra. El día de su muerte le quedaron pedidos por entregar.
El domingo 5 de mayo por la mañana, Valeria, su hija, acompañaría a María de los Ángeles a vender las tortillas, pero ya no contestó su celular. Al no responder, ella la buscó en casa de su abuela suponiendo que estaría allí, pero tampoco sabía nada de Gela.
“Le pregunté a mi abuela que si no había visto a mi mamá y ella me dijo que también le había estado marcando y su celular sonaba a buzón… Normalmente mi mamá siempre contestaba el teléfono, siempre lo traía prendido y ese día se nos hizo raro”.
En el transcurso de la mañana, el asesino llegó a casa de su madre para avisarle que había visto una camioneta blanca afuera de la casa de Gela, pero no se había encontrado con su hermana.
Sin obtener respuesta, Gustavo, el hijo mayor de Gela, fue en busca de su mamá, la puerta estaba cerrada con llave y al abrirla, lo que encontró fue una aterradora escena que lo marcaría de por vida.
8 martillazos en la cabeza
A María de los Ángeles Martínez, de 46 años, la encontraron muerta dentro de su casa. Yacía en el piso sobre un charco de sangre, cerca de la puerta de entrada, desnuda, boca arriba, asesinada de ocho martillazos en la cabeza.
A Gela la mataron entre las seis y siete de la mañana de aquel 5 de mayo. Una vecina afirmó haber escuchado los gritos de la madre de dos peleando por su vida, “¡no me mates, no me mates!”, pero no buscó ayuda ni llamó a la policía, dijo que no actuó por miedo y por no quererse comprometer pues no sabía lo que estaba pasando.
Ante esto, Valeria responde molesta pues cree que la vecina pudo haber ayudado a su mamá, “se está comprometiendo más usted diciendo ahorita que la pudo haber ayudado a llamar a la policía… si estás escuchando algo así, pues hay que sumarte”.
¿Qué pasó con José?
José, su hermano, aventó el martillo con el que asesinó a Gela al techo de la casa y le robó su celular y su cartera. Posteriormente acudió a casa de su madre a dar aviso de la camioneta blanca referida anteriormente y se presentó al funeral para despedir a su hermana.
A los pocos días iniciaron las investigaciones por el feminicidio de María de los Ángeles y a toda la familia, incluyendo a José, les tomaron las huellas dactilares. Al mes, el feminicida fue otra vez a donde vivía su madre a dejar uno de los juegos de llaves de la casa de Gela que había tomado para entrar y asesinarla, y luego huyó.
Entonces la familia comenzó a sospechar de él; la policía investigó las huellas dactilares en el martillo con el que Gela fue asesinada y se confirmó que él había sido el feminicida de su hermana; los resultados de las huellas tardaron casi dos años en llegar.
José está prófugo de la justicia desde entonces y aunque hay una orden de aprehensión en su contra, Valeria denuncia que las autoridades no lo buscan, pues gente lo ha visto en ciudades cercanas sin preocupación y al reportarle la información a la policía, no sucede nada.
Olegario, el hermano menor de María de los Ángeles, es quien ha tratado de presionar a la policía en busca de justicia, pero las autoridades le dijeron que no se metiera en problemas y no se comprometiera más en el caso. La familia se ha encargado de difundir la fotografía y los datos del feminicida por redes sociales para dar con su paradero, pero no han logrado mucho.
De acuerdo con las evidencias en la escena del crimen -unas huellas en el piso de la casa de Gela- se sospecha de una segunda persona que colaboró con José en el asesinato, pero de ésta no se sabe casi nada a más de dos años y medio del feminicidio de la mujer de 46 años.
Sin justicia y con miedo
Al dolor de la familia de perder a una hija, una hermana, una madre y una abuela, se suma la sed de justicia por el feminicidio y miedo de que José se presente un día para asesinarlos mientras continúe libre y correr con la misma suerte que María de los Ángeles.
“Lo que le hicieron a mi mamá no fue algo fácil; ocho martillazos en la cabeza es algo que hace alguien que no tiene corazón ni compasión de nadie”.
CON INFORMACIÓN DE EL HERALDO DE MÉXICO