MATAMOROS, TAMAULIPAS.- En los años 70´s, con su música llevó en alto el nombre de Matamoros y de Tamaulipas, no solo a nivel nacional, sino también internacional. Rigoberto Tovar García nació un 29 de marzo de 1946.
Fue el noveno hijo de Honobono Tovar Cisneros y Sara García Barrón. Se le conoció como el ídolo de México e ídolo de las multitudes, pero también sus canciones le hicieron ganar el eslogan publicitario de “Rigo es Amor”.
Su canción, Mi Matamoros querido fue un éxito no solo en México y Estados Unidos, sino en toda América Latina.
Ha sido el mejor embajador que ha tenido Matamoros, y así lo recuerda el historiador Andrés Cuéllar: Rigo Tovar representó una de las pocas orquestas nacionales, conocidas en todo el país.
“Su canción, Mi Matamoros querido fue conocida, yo creo que en todo el país y América Latina, con toda seguridad. Y es interesante, porque Rigo Tovar fue un ídolo, pero para la gente humilde”, dijo.
Mencionó que fue el mejor embajador que tuvo Matamoros, incluso de todo el país, de tal manera que todo lo que Rigo compuso, siempre fue de gran atractivo para nosotros.
“No debemos olvidar que Rigo pudo haber sido de Estados Unidos, pues allá vivía su familia, pero él prefirió este país, donde se quedó y por ellos es un ejemplo de un mexicano”, señaló.
La gente lo identifica por sus grandes y numerosos éxitos musicales, sin embargo, su canción, Mi Matamoros querido, la que grabó en el año de 1973 lo lanzó al estrellato.
De acuerdo al historiador, cuando uno escucha esta canción, todo mundo lo identifica, y curiosamente le han compuesto muchos corridos a esta ciudad, pero la gente no los ha aceptado.
Indicó, “en cambio, esa De a orillas del río Bravo hay una linda región, eso, a todos nos hace vibrar nuestro corazón de matamorense, especialmente cuando no estamos aquí”.
El historiador dijo que Rigo Tovar, además, siempre fue igual, incluso hasta que murió, además de que la gente siempre estuvo pendiente para conocer qué canción nueva componía.
Rigo, adolescente
Las personas conocen de su música, y tal vez de su vida artística, pero poco se conoce cómo fue Rigo de niño, de adolescente, y sobre ello, su hermana Ilse Tovar García, quien antes de fallecer, contó lo siguiente:
Nosotros vivíamos en la calle 17, pero luego mi papá compró acá e hizo una casa, la que se encuentra atrás, pero luego construyó está. Aquí creció Rigo, quien llegó muy chiquito.
Ilse Tovar falleció el año pasado (2021), el 10 de marzo, pero en una de sus últimas entrevistas concedidas a este reportero, recordó parte de la vida de su hermano.
Dijo que en la casa de la calle Primero de Mayo se criaron y crecieron todos, sobre todo Rigo, quien llegó muy chiquito a aquel lugar, uno de los más populares de Matamoros.
Comentó que Rigo fue un niño muy inquieto, quien no se quedaba quieto, “iba de un lado y para el otro. Así le gustaba a él”, incluso, el deporte que más le gustó fue el beisbol.
Cuando se le preguntó sobre sus novias, Doña Ilsa Tovar soltó una risa y aseguró: claro, y vamos que le gustaban las muchachas, pues tenía muchas novias “por donde quiera”.
Antes de ser un famoso artista, Rigo Tovar desempeñó otros trabajos, como el de soldador, que fue, dijo su hermana, lo que tal vez le provocó los problemas con su vista.
Recordó que Rigo trabajaba en la soldadura, y esto le gustaba mucho, pero eso tal vez fue lo que le provocó su grave problema que lo llevó a perder la vista totalmente
Ilse Tovar, durante la entrevista, siempre se mostró muy orgullosa de su hermano, pues fue ella quien se encargó de cuidarlo, desde que era niño.
Un tío muy juguetón
Pero por su parte, su sobrino, Simón Meza Tovar recordó que cuando su tío llegaba a la casa de la calle Primero de Mayo, antes de ser famoso, siempre jugaba con él y sus demás primos.
“Era muy alegre. A veces llegaba a la casa y nos hacía trucos de magia”, dijo, tras recordar que tomaba una caja y hacía como que aventaba una pelota invisible, que caía en la caja.
Pero había otras ocasiones que llegaba y lo primero que hacía, era agua de limón en una jarra y la colocaba en medio de la meza de la cocina, para luego ponerse a jugar con ellos, con los sobrinos.
Los juegos, recordó Simón, eran, por ejemplo, de los apaches, de los indios, y tras correr mucho, al final del juego, nos repartía el agua de limón que había hecho, para refrescarnos.
Otro de los recuerdos que tiene de su tío, es cuando a él lo regaño porque le encontró una resortera con la que mataba pájaros. Le dijo que eso no lo debería de hace más.
Simón también platicó que a su tío le gustaba el rock, sobre todo el de Led Zepelín, Black Sabat, Deep Purple, Jimi Hendrix, así como The Beatles, música de la que tuvo mucha influencia.
Con relación al Costa Azul, indicó que el creador del grupo fue su tío Marco Antonio Tovar, junto con José Ángel Tovar, Beto Vázquez, David González y Rigo Tovar. “Esos son los originales”.
Roquero de corazón
El inicio de Rigo Tovar en la música fue en el rock, género que le apasionaba, y del que tuvo mucha influencia en su música tropical, lo que tal vez lo ayudó para llegar a la fama.
Y así lo recordó Roberto Zúñiga Castro, uno de sus músicos, quien conoció a Rigo a principios de la década de los 70´s, cuando ambos coincidían en la planta alta de un edificio localizado en la calle Abasolo y Siete.
Ahí se realizaban tocadas de rock, y ambos asistían. Pero a Rigo solo lo conocía de vista, y de quien se dio cuenta después, que se había ido a Houston, Texas, a radicar.
Con el paso de los años, cuando Rigo Tovar ya había grabado Mi Matamoros Querido regresó a la ciudad para tocar en La Terraza Corona, pero le faltaban músicos, y fue cuando lo llamó.
Rigo había llegado sólo a Matamoros. Necesitaba músicos, pues el grupo original, el Costa Azulo se había quedado en Houston, y aquí se formó otro para la tocada en la terraza.
Después de esto, se fue a México y allá, se empezó a conocer el Costa Azul y a Rigo Tovar. Iniciaba las contrataciones, los bailes, la popularidad, la fama y, sobre todo llegaba el dinero.
Roberto Zúñiga recuerda a Rigo como un buen jefe, pero eso sí, exigente, pues no le gustaba que llegaran tarde a los eventos, y mucho menos mal vestidos, esas eran sus reglas.
Por Raúl Espinosa
Expreso-La Razón