TAMAULIPAS.- Sé plasma lo observado y se va transformando con el tiempo y con el amplio desarrollo de otros acontecimientos. Se olvida un poco de todo, un gesto imperceptible, acaso una palabra, y se va sustituyendo, se acomoda para completar el relato.
Para que sea creíble se cuenta la historia a manera de que convenga. La historia de lo inmediato ya no es lo que se ha visto, sino lo que ha quedado en la mente, contaminado por nuestras necesidades de afecto, por los paradigmas y prejuicios existenciales y así vivimos .
Los ojos de cada ser humano trae distinta su intención de voto. Son otros quienes lo contaminan e influyen sobre nosotros . Los ojos se dejan llevar por lo que percibe un colectivo para asegurar la sobrevivencia, como un mecanismo de defensa.
Lo primero que se dice es lo que se piensa en el instante mismo, como un resorte. Después se vuelve balbuseo de lo que ha sido y lo escribimos. Lo primero que se siente se grita o estalla por dentro de forma irremediable como el mismo y fugaz acontecimiento, pero una vez pasada la primera reacción comienza nuestro invento.
Entonces el hecho, lo que realmente ocurrió, inicia su viaje rumbo al mundo desconocido de lo imaginado, a la cocina donde todos los ingredientes mentales se unen para crear un engendro que no es necesariamente exacto, ni es lo que ocurrió, sino lo que queremos que realmente hubiese ocurrido, para conplacernos los unos a los otros y ser muy felices con ello.
Y esa es la historia de los triunfadores, mientras la realidad queda abajo de la alfombra en espera de ser descubierta. Por eso los miles de perdedores de las pequeñas batallas son olvidados a la primera. O desde el anonimato son la voz deforme, la cancioncilla que hubo en el ambiente cuya letra nadie recuerda perfectamente.
La historia escrita de esa manera busca entonces documentarse y encuentra una fotografía cuyos personajes no son reconocidos del todo y sólo se sabe de algunos nombres, por el fondo del escenario de la foto se recuerda el sitio donde se llevaron a cabo los acontecimientos. La historia es esa foto de personajes mudos en la voz de los escritores que escriben lindo.
La historia de lo inmediato se olvida porque es un suspiro frente a un hecho que, aunque irrefutable fue vencido y pervertido por la pasión o por el sentimiento.
Sí el momento fuese pintado como como Goya pintó un fusilamiento, quedaría la boca abierta de los labios partidos del fusilado y humo disperso que no deja ver los cuerpos e impide elaborar una lista cabal de los participantes.
Luego nos conformamos. Leemos las cercanías de aquella realidad transformada por el uso de los intereses, por la tendencia humsna6a ser ese pequeño Dios que vulnera los hechos.
Lea un libro y luego otra versión del mismo y en medio estamos nosotros, los lectores impávidos son remordimiento dando crédito a uno y al otro según nuestro compromiso con el público y la historia reinicia su camino a la imaginación del resto, con lo poco que quedó de lo inmediato, aquel lejano gesto que sintió dolor o placer al recibirlo en su cuerpo.
La historia de lo inmediato es lo más cercano a la brevedad que es una verdad. Después el juicio la cambia. La cambia otros ojos que vieron por otro ángulo,. La historia la pueden cambiar entre quines estuvieron adentro y aquellos que la vieron desde afuera. Y es cierto que los toros se ven mejor desde la barrera.
Por eso la historia del país no es la que nos platicaron. Ni los personajes homenajeados con el nombre de una calle son lo que los libros de historia nos han contado. Si tan sólo hubieramos estado en el momento inmediato para verles a los ojos, para escuchar su voz o su llanto y contarlo que hemos visto y que de ahí la historia, como siempre ocurre, iniciara su viaje rumbo a lo desconocido de lo imaginario. Y sin embargo, la realidad de lo inmediato se conduce a través del periodismo. El resto es historia.
HASTA PRONTO.