10 diciembre, 2025

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¿Ayer representaron el interés del pueblo?

ORBE / MA. TERESA MEDINA MARROQUÍN

TAMAULIPAS.- El tema en Tamaulipas, por lo menos de aquí al sábado 30 de abril, será el debate entre Américo Villarreal Anaya, Arturo Diez Gutiérrez y “El Truko” Verástegui Ostos. Cada ciudadano responsable hará un balance puntual de los pros y los contras de este acontecimiento que tuvo lugar este domingo en el Centro Cultural Tamaulipas, en la Capital del Estado.

Del lado del Senador con licencia han salido algunos voceros a difundir que la ventaja que lleva ante el “Truko” es 2 a 1. Por el ex Secretario General de Gobierno los sondeos que trascienden afirman también un 2 a 1 sobre el médico, mientras que de Diez Gutiérrez (se dice) crece cada vez más la idea de que su participación es sólo incrementar unos puntos porcentuales la presencia del MC, pero no ganar la elección.

Ven imposible que este ex alcalde de Victoria tenga alguna posibilidad de repetir la presunta hazaña de Samuel García en Nuevo León, ganando la gubernatura. ¿EL CIRCO DE LOS BADULAQUES? Pero, al margen de si Américo le ganó al “Truko”, o el “Truko” superó a Américo, la pregunta no sólo obligada, sino racional, es si el debate entre estos tres candidatos tuvo sentido o pasó a la historia como un escenario donde arrojarse lodo y otros proyectiles fétidos y alcantarillentos fue lo único destacado.

Si usted considera que fue lo segundo, entonces ganó el “Circo de los Badulaques” como el principal interés, valor e importancia de un evento de semejante magnitud completamente fallido, aclarando que badulaque es una “persona de poco juicio o de corto entendimiento”.

Yéndonos más allá estaríamos ante una crisis de partidos políticos, inmersos sólo en publicidades mentirosas que al menos aquí en México debería llevar a la reflexión a la ciudadanía y a las autoridades electorales, resultando injusto que PAN, PRI, PRD, Morena, PT, PVEM y MC, y sus respectivas dirigencias nacionales y estatales carecieran de capacidades patrióticas a fin de emprender una renovación real de sus doctrinas y convicciones.

Urgiría en ese sentido una ley que sin alterar las libertades y la democracia midiera algo así como un nivel de productividad, capaz de descubrir la incompetencia de unas cuantas cúpulas partidistas sólo dedicadas a cobrar los recursos públicos destinados al financiamiento de un atajo de inútiles, vividores y parásitos.

Al Instituto Nacional Electoral (INE) le correspondería a través de la Comisión de Prerrogativas y Partidos Políticos, calificar y determinar quiénes son los institutos políticos que van en serio con desplegar la justicia social, fortalecida con proyectos de alto nivel, y quiénes los vividores que (desde hace muchos años) ya encontraron en estas fuentes de dinero público, mejor dicho, impuestos pagados por el pueblo, una forma de vida en donde no se dedican a nada, excepto a cobrar sueldos y compensaciones, y al manejo discrecional del presupuesto que los convierten en individuos que en unos cuantos años pasan a formar parte del reducido y privilegiado Club de Millonarios de México.

Recordemos que estamos hablando que el monto del financiamiento público a los partidos políticos nacionales asciende aproximadamente a 5 mil millones de pesos. Un pastel presupuestal sumamente ambicionable.

¿EL PUEBLO ES EL CULPABLE?

También sucedería que los partidos políticos no son tan malos como lo cree “la exagerada y retorcida imaginación social”, y que la política que practican no es el espacio de corrupción tan cacareado, siendo los dirigentes nacionales, estatales y municipales “unos genuinos luchadores por la democracia”, casi como los 12 apóstoles de Jesucristo: “personas dignas, honestas, pudorosas, intachables, venerables e inmaculadas”.

¿La culpa entonces de los malos gobiernos estaría vinculada a las votaciones mayoritarias, pero equivocadas de la ciudadanía? ¿Son las masas las responsables de obstaculizar, retardar y paralizar la reconstrucción del país, proyectada esta por la erudición y la atinada voluntad de quienes conforman la partidocracia? ¿No me digan que es verdad la sentencia de que “Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”?

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