VICTORIA, TAM.- Periquín solo tenía 16 años cuando su madre partió de este mundo. Al igual que su padre y su hermano, entró a trabajar en un cine de su localidad como barrendero, aunque había cursado una carrera corta de contador privado en una academia comercial, y breves estudios técnicos de soldadura.
Eran los años sesenta y el muchacho disfrutaba plenamente de su juventud. Apasionado por las motocicletas y buen mozo como era, acostumbrado estaba a atraer la mirada de las damas.
A pesar de que en la familia siempre solía tener problemas y broncas, Periquín nunca dudó en ser protector y solidario con sus hermanos.
La década de los setentas le vería convertirse en veinteañero y conocer a la mujer de su vida, Catita una joven de 19 años con la que decidió formar una familia.
El robusto y moreno joven se convirtió en papá a los 22 años y el sentido de la responsabilidad lo embargó, a tal forma que a costa de empeño fue escalando uno a uno los puestos del cine en que laboraba hasta llegar al peldaño más alto, que era el de proyector.
Para el año 79, la familia de Periquín ya constaba de un hijo varón y dos niñas.
Y fue precisamente en ese año en que vio fructificado su esfuerzo y pudo obtener su casa, por medio del Infonavit “Pedro, ¿para qué quieres un solar tan grande?
¿y porqué no quieres construir casa ‘de dos aguas’? ni que tuvieras dinero para echarle el segundo piso” se mofaba el arquitecto a cargo de la obra.
Periquín decidió tener un segundo empleo y poco a poco se fue relacionando hasta que en el año 82 puso su propio taller de fabricación de puertas y ventanas.
Fue en esa época en que el país sufrió catastróficas devaluaciones que provocaron una crisis económica brutal.
El moreno no se rindió ni sus trabajadores, y contra todo pronóstico el ex barrendero de cine logró consolidar su tallercito. Una cuarta heredera llegaría a completar la felicidad de Periquín y Catita.
Con cuatro de familia, el hombre consumía todas sus energías entre sus dos chambas diurna y nocturna.
Su esposa también ‘le entró al toro por los cuernos’ y trabajó por varios años vendiendo ropa y bonetería en un mercado sobre ruedas y mas tarde como modista. Pero el destino pondría a prueba nuevamente a “Peter”: la empresa administradora de todos los cines de la república quebró, y Periquín tendría que dedicarse al cien por ciento a su taller.
Sus hijos ya vivían la juventud dorada y ‘como escalerita’ fueron matriculándose en la universidad.
Aún con su corta instrucción, Pedrito se había convertido en una máquina de producir los ingresos necesarios, para solventar los estudios de sus hijos, a quienes no solo les dio un techo y sustento, sino que poniendo el ejemplo siempre les educó con disciplina y amor (aunque a decir verdad, su hijo mayor solía ser un dolor de cabeza y tardó en entrar al ruedo el muchachito).
Una nueva crisis hizo tambalear la economía mexicana en 1995 y Periquín, ahora Don Pedro, fue mordido por la crisis y vio como una parte de su patrimonio se escapaba como agua de las manos, por la difícil situación financiera.
Ese año perdió su camioneta que con tanto esfuerzo había logrado sacar de la agencia. Pero aunque lo material se pudiera perder el jefe de familia no se desanimó. “Va a pasar, en algún momento tiene que pasar todo esto y voy a seguir adelante” se repetía en su cabeza al ritmo de ‘a Dios rogando y con el mazo dando’.
Fue así como el hombre que iniciaría su vida laboral armado únicamente con una escoba, logró sacar adelante a cuatro hijos profesionistas.
Hoy, Periquín y su esposa, son abuelos y disfrutan el preciado tiempo que conviven con sus hijos y nietos. Su máxima satisfacción no solo es haberle dado estudios a sus descendientes, sino haber hecho de ellos personas con criterio y con un modo honesto de ganarse el pan de cada día, y sin temor a equivocarse sabe que cada gota de sudor que rodó por su frente rindió fruto, pues a pesar de ser de cuna muy humilde, logró forjarse con la ayuda de su Dios Padre, un destino y patrimonio de manera decente y respetable.
Los tiempos han cambiado y el concepto de paternidad se volvió muy ‘elástico’, y lo que antes era una familia común, ahora es llamada ‘tradicional’ y es cada vez más escasa, pero eso a Periquín no le preocupa, pues él sabe que la misión que se propuso allá por 1972 la ha cumplido y con creces, y sus hijos (uno de ellos es el Caminante) solo tienen para él este mensaje “¡Gracias papá, te amamos!”
POR JORGE ZAMORA