VICTORIA, TAM.- El Caminante traía antojo de frijoles charros desde una semanas atrás, y decidió acudir a un conocido negocio de carnes asadas de la colonia Mainero.
Con mucha emoción llegó al restorán e hizo su orden.
La persona que sirvió este manjar, lo hizo de manera atenta y educada (hasta le echó tostaditas de más) a lo que el Caminante agradeció con una sonrisa.
A la hora de pagar, lo hizo con un billete de 200 pesitos mexicanos, y nunca imaginó que esto detonaría el malestar de la encargada de la caja, una dama de alrededor de 60 años, que tomó el billete en sus manos y lo levantó lanzando una mirada matona al vago reportero. – ¿Que no sabe que los frijoles hay que pagarlos con feria? – dijo la dama un tanto enojada.
El Caminante no supo realmente cómo reaccionar, pues no portaba ningún otro billete (final de quincena, típico) además de que en honor a la verdad la denominación del papel moneda no era tan alta como lo es uno de 500 o mil pesos.
El vago reportero solo atinó a no responder para no hacer el incidente aún mayor, pero la dama insistió con su pregunta. – ¿No me oyó? ¡los frijoles tienen que pagarse con feria! ¿es usted sordo o mudo? – le inquirió la madura mujer ya alzando la voz.
Finalmente la encargada de la caja le entregó el cambio. Episodios como éste ha vivido el Caminante durante años.
En otra ocasión decidió entrar a una muy pequeña y solitaria mueblería de la calle Hidalgo, pues en un cartel colocado en la puerta de entrada se leía “Todo en liquidación”.
El problema fue que el andarín hombre traía consigo un vaso con los restos de un raspado de vainilla, (realmente era solo un sorbo de hielo ya sin sabor) y un trabajador del lugar corrió hacia la entrada aproximándose al Caminante.
Sin embargo la intención del encargado no era atender al posible cliente, sino echarlo a la calle a empujones. – ¿Qué no sabe leer? ¡Ahí dice claramente que está prohibida la entrada con alimentos! – gritó el empleado literalmente lanzando al vago reportero hacia la acera.
“Con razón esta mueblería está muy solitaria” pensó. En más de una ocasión el Caminante (tragón como es) se topó en algún negocio de comida con esta situación:
– Buenos días quiero hacer pedido para llevar – Oiga pero tengo muchos pedidos por delante – le respondió la encargada – Entonces me voy… ¿o me quedo? ¿o qué significa eso? – ¡Pues que tengo muchos pedidos por delante! – Ah, ya entendí, ¿o sea que va a tardar mi pedido? – Si, porque tengo muchos pedidos por delante – Y cómo cuanto cree que se tardará – No sé, 45 minutos o una hora ¿Y qué decir de los terribles tratos que recibió en un conocido establecimiento dedicado a la venta de telas y mercería? en esa ocasión anduvo por toda la tienda buscando a algún empleado que le pudiera cortar unos metros de franela, y ya cuando encontró a dos de ellos platicando al fondo del negocio, simplemente lo ignoraron.
El Caminante, terco como suele ser, insistió en que le hicieran el favor de cortar la tela. Eventualmente uno de los muchachos ‘se fugó’ a la trastienda y el otro accedió a meter tijeretazos al enorme rollo no sin antes advertirle al escribidor que ‘esa no era manera de pedir las cosas’. Y eso no se compara con lo que le sucedió al momento de ir a pagar a una empresa de cable, internet y telefonía su recibo del mes.
Resulta que de buenas a primeras, y aun teniendo media docena de empleados, se decidió que los pagos solo se harían en el ‘cajero’.
El problema ocurrió cuando se presentó un aguacero, o la fila era castigada por ‘un solazo’ o fuertes vientos que hacían tragar polvo a todos los suscriptores, de los cuales muchos de ellos eran de la tercera edad, y no se estaba cumpliendo lo que ordena la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores, que obliga a las empresas a darle trato preferencial a los ancianos.
En aquella ocasión el Caminante preguntó que porqué no se abría una caja para atenderlos, pues un frío feroz atosigaba a todos los formados en la fila.
“Llame al centro de atención” fue lo único que le pudieron aconsejar las muchachas del ‘mostrador’.
Por todo esto, hay más de uno que se pregunta ¿qué diablos está pasando con el comercio en Ciudad Victoria?.
Es cierto, no todos los clientes son bien portados ni todos los trabajadores de negocios se comportan así.
Pero cada vez son más los empleados que se descargan en el cliente de esta manera (cada lector tiene su propia y nutrida experiencia).
Ojalá haya alguna manera de hacernos entender, que tanto uno como otros somos necesarios en este proceso y que nada nos cuesta comportarnos de manera civilizada y cortés a ambos lados del mostrador. Demasiada pata de perro por esta semana.
POR JORGE ZAMORA