VICTORIA, TAM.- Las ciudades son enmarcadas por sus tiendas, las supertiendas que aplastaron a los tendajos y en cada esquina por arte de magia cayeron Los Oxxos, la ciudad desvaneciendo, una ironía urbana donde poco a poco se pierde la identidad de quienes la habitan.
La ciudad y sus rumbos, las mojoneras que demarcaban sus dimensiones se fueron abatiendo lentamente aplastadas por los nuevos Atilas sobre su historia y patrimonio.
La ciudad se eleva en la montaña, se mueve como serpiente hacia el norte y en el sur, entre los montículos y peñascos, la pobreza y una clase media orillada a las faldas de la sierra.
Las ciudades nunca son las mismas, pero mantienen sus rasgos de lo que fueron como un himno entre ruinas. Un fotógrafo, músico, compositor, hacedor de jugos y rolero, Roberto Galván ha crecido a la par con esta ciudad, sin ser su tiempo.
Compagina el tamborileo de sus dedos y sus claves sobre el tirante tambor de la batería y sus canciones efímeras, pegagosas que nos hablan de esta ciudad Que entre su olvido, subsiste en la zona baja o pérdida del viejo Mercado Arguelles.
Los linderos de la gente, de los chismosos, de los cinturitas, de los que van a ventear o pegar la oreja a los corridos, a la tambora y los bailarines improvisados y pediches todos los días.
El Mercado Argüelles, la figura clásica de una ciudad donde se come rico, donde la fruta arriba de la campiña, donde retuercen pollos y cortan las mejores carnes en vivo.
También su bosquejo diurno y nocturno, con sus fachadas colorantes y llamativas y las zonas de la puteria furtiva, y las sombras lúgubres de los que venden y dan amor por unos cuantos centavos.
Ciudad marginal para el vuelo de la hilacha sexual, en los cuartos de 50 pesos y jabón, con una toallita, hoteles de paso, a chinche libre, o de pulgas de alguna enfermedad venérea. Ciudad orillada a los confines del mercado y el boulevard que se volvió céntrico.
Nuestros artistas no han mirado en los escondrijos urbanos a la gente que vaga, que deambula con sus sueños untados a la cabeza y sus rostros de locura y de alegría diáfana de la locura.
Roberto Galván es un Fluxus, parte de un movimiento tardío, en una ciudad pequeña comparada a con las grandes metrópolis mexicanas.
El Fluxus un movimiento artístico del Siglo XX, que asimilo todas las posiciones del arte desde el teatro, la danza, la música y la literatura.
Un movimiento activo hoy en la concepción contemporánea de que “todos somos artistas” con levantar la mano. Pero grandes poetas y músicos aleatorios como John Cage, poeta del instante y la composición electrónica, sorpresivo en el caos urbano, imprudente e irrespetuoso del estado de cosas ilustra, y transforma las antiguas de ideas de los Dadaístas y Futuristas que abarcaban a las cosas de lo cotidiano y las multiplicaban para llenar el vacío de la soledad humana.
Roberto Galván es una figura victorense que amanece con su rolas del canto a los Jugos de los Abanicos de sus padres, en sus colores frutales y la alegría del Mercado Arguelles.
Sus rolas, pegajosas llegan al barrio, al olvidado y maloliente barrio de la ciudad, en el viejo, y abandonado Mercado Arguelles. “la Flauta es de Harina” es una composición pegajosa e irónica que expresa la cultura culinaria “del país de Las Totas”, de “La Flauta Soñada, De “Don Pedro” , “Don Prisi” y “El Charro””, de las “ Nanas” o la “Enfrijoladas”, “la Masita con Chorizo” de las fondas del antiguo Tamatan., que nunca tendrán el sabor como las hacían nuestras madres, y los antojos que ayer fue alimento de pobres y hoy comida de ricos. Se saborea el tiempo como que el cuerpo pide las fritangas del puro norte, del sabor de esta tierra retratada por Roberto Galván, de ojo tendido en el horizonte de nuestra memoria histórica.
“La Flauta es de Harina desde Ciudad Victoria” para el mundo, donde hace rol este joven formado en sus inicios como diseñador gráfico, y después en músico urbano, grupo aleatorio de todas las rolas en la guitarra eléctrica, la batería o la pianola.
Lo que es una virtud, retratar a los desposeídos, a los abandonados en las calles, a los vagos de la ciudad en el mero ombligo de Victoria, el Mercado Arguelles y su zona roja, amarilla, neutra aledaña que vislumbra a la antigua ciudad. Cámara en mano, excelente fotógrafo ha enriquecido los retratos de la gente popular como el famoso “Gusano”, “la Guera Irma”, “El Diablo”, personajes pintorescos enclavados en el centro de la ciudad. Un fotógrafo que encuentra en los rostros su nobleza y generosidad. Son nuestros locos, quienes desvarían y vagan por el centro, o bosquejan la ciudad que se fue entre las casas que se derrumban por el abandono de las instituciones que presuntamente vigilan el patrimonio, o cuando al menos alertan de la decadencia de la vieja arquitectura. Abandono en la señalética, en el tránsito local, y los añejos semáforos descoloridos y el desorden urbano ante la ausencia de autoridades de tránsito.
Es un rostro de nuestros grupos familiares, en ls dos plazas clásicas, “La de Hidalgo” y “La de Juárez”, donde la belleza de la música popular y sus cantos vagan por el viento.
Fotógrafo de nuestro rostro, el perfil de lo que ya no somos, en el derrumbe social de la sana convivencia,, la caída mortal de las casonas, banquetas destruidas, alcantarillas rotas, casas despintadas, apropiación del centro urbano por tianguistas, la ciudad se dibuja bajo la limpia y feroz lente de este joven del Movimiento Fluxus tardío.
POR ALEJANDRO ROSALES LUGO