20 diciembre, 2025

20 diciembre, 2025

Palabras detrás de un poste 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

TAMAULIPAS.- Es difícil dar con el sentido que una palabra tenía cuando fue dicha por primera vez. Aquel impacto ha variado desde entonces. Escoja una palabra, la que usted guste. 

Entonces las palabras no es que evolucionen sino que nos persiguen y cambian camino al futuro, se fortalecen y tienen sus días de gloria. En el ser, la palabra construye un edificio y está a la cabeza de cada respuesta, la gente llega a aprendérsela y deja de hacer preguntas. 

La palabra, una vez pronunciada, está rodeada de su circunstancia. El sitio, las personas y su propio pasado hacen que una palabra adquiera vida propia de inmediato y podría cambiar a placer su significado conforme al tiempo. 

La palabra va y pega, duele, seduce, hace un agujero  y se esconde en el cerebro. Otras veces la palabra parece ser ignorada, pero no es cierto, es cuando más trasciende. Hay palabras ilustres en las paredes. Las paredes escriben lo que oyen. 

En ocasiones una sola y única palabra hace una vida completa. Se recuerda el sitio donde fue dicha. Una palabra dos veces dicha ya no es la misma, como una camisa. Una vez dicho, lo que se dice existe y comienza el romance. 

Peleados con una palabra la tratamos de evitar en algunas convenciones. Pero en otras la decimos con orgullo. La palabra es nuestro libro y el de otros. Pero es un ser viviente que anda un rato entre la familia y luego enmudece y sale. Por la noche la palabra se esconde de nosotros. 

Cada palabra tiene un costo. Un principio y un final de aquello que cumple su cometido, un crimen en un sí condenatorio, un leve discurso sólo para nosotros, un monólogo para el que escucha detrás de un poste. 

Ante la palabra, que a veces es poder y otras débil mención honorífica, el hombre es parte afectiva. El hombre que funda las palabras, vive en ellas, las acomoda y dispone para que admiren el art deco o el minimalismo que decoran su casa.

Adentro de cada casa viven palabras que entran y salen. El estado de ánimo se ha expresado y se escuchó el cerrón de la puerta, el golpe del viento. El hombre es lo que en palabras se sabe de él. Uno es lo que se sabe con palabras de uno. Uno mismo las repite y se desdice, porque las palabras, si así lo desean, se contradicen . 

Las palabras se dicen por separado y en esa hilera se juntan con otras. Hay aquellas que destacan mientras llegan otras y las desplazan con una mejor idea o quizás con una ocurrencia muy loca. 

Las palabras deseadas corren más rápido que otras que están a la espera de que alguien la recuerde. Pero las palabras más deseadas, tan cerca, a veces son las más lejanas. 

En cambio una palabra inesperada echa todo por tierra, hasta que llega otra ya con más calma. Existen palabras inofensivas que son pasto de las depravadas. Existen palabras inmerecidas debajo de una máscara y palabras en una banca de la plaza. 

La dinámica de una palabra pasa por el poder y el arrepentimiento. Palabras que se dijeron con acierto y palabras que nunca debieron haberse dicho. Es verdad que por lo mismo, para quedar bien, lo cierto no siempre seduce. 

Habrá libros de los que recuerdes una palabra, pues hay palabras que merecen un libro. Es extraño. Las palabra como si tuviesen vida propia cocinan una historia, se queman o deslizan por debajo de la puerta. Hay palabras sin destinatario y sin remitente, hay kilómetros de un texto que nadie ha leído. Y quien sabe. 

Hay palabras presentes en un evento y nadie las dijo. La palabra estaba en todos los cerebros sometidos. La palabra era una bomba y todos corrieron. Cada palabra, quiero pensarlo de esa manera, es una Granada de mano, pero también es un ladrillo con el que se empieza una casa y una larga charla. 

HASTA PRONTO 

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