Aproveché unos días de semidescanso para que la mente se relajara o por lo menos se dispersara. No pensar en la controversia del T-MEC ni en el amparo del Tren Maya ni en el agua de Monterrey ni en la guerra de Ucrania ni en la pudrición mundial de los estilos políticos.
Recordé anécdotas del pasado, de ésas que mucho nos sirven porque mucho nos aconsejan. Es muy poco lo que nos sirve sopesar lo que pasó. De ello se encargará el futuro. Pero puede servirnos saber lo que lo provocó. Eso podría llamarse política preventiva, hoy muy en desuso.
La política se forma de una materia sólida y rígida que conocemos con el nombre de “realidad”. Pero, también, su propósito esencial es transformar esa realidad y eso sólo se logra con un componente dúctil y maleable al que llamamos “imaginación”. Por eso, la política debe ser realista y nada más. Pero el político debe ser algo más que realista. Debe ser imaginativo.
Por eso el ejercicio político es propio y exclusivo de la especie humana, que es la única dotada de facultad imaginativa. Ninguna bestia podría ser un político, ya que sólo comprende lo que existe en la realidad y carece de imaginación. Sólo el hombre puede, además de ser realista, ser surrealista si entiende lo que no es; ser suprarrealista si entiende lo que puede ser; y ser idealista si concibe lo que quiere que sea. Eso nos ayuda mucho a entender lo que sucede en la realidad política.
Se cuenta que algunas semanas después de resuelta la postulación presidencial de Adolfo López Mateos, un amigo confidente le preguntó a Adolfo Ruiz Cortines cuáles habían sido sus razones para descartar a tres aspirantes que lucían con mayores posibilidades y hasta con mejores capacidades que el ya elegido. El gran-elector procedió a explicarse con comedimiento, con franqueza, con sencillez, con precisión y con inteligencia. Comenzó por decirle que Fulano hubiera sido un presidente magnífico, pero no de México sino de otro país. Que él consideraba que los mexicanos éramos flojos, rateros, impuntuales, incumplidos y criticones. Que él podría ser exitoso si dirigiera un gran país, pero que tan sólo le habían regalado México y que él se merecía un regalo mucho mejor.
Prosiguió diciéndole que Mengano habría sido un presidente excepcional, pero tan sólo en sus primeros 3 sexenios. Por el contrario del anterior, éste consideraba que los mexicanos éramos una clase superior y dignos de todo merecimiento. Y que él era el mejor de todos ellos. Luego entonces, que ese noble pueblo se merecía conservar a tan inmaculado gobernante y no pensar en cambiarlo por otro, desde luego inferior.
Así, el primero hubiera querido ser presidente de Estados Unidos y no de México, para ser un presidente omnipotente y el segundo hubiera querido ser presidente de Cuba y no de México, para ser un presidente omnipresente.
Por último, terminó explicándole que Zutano habría sido un presidente excelente, pero que no se hubiera conformado con portar la banda presidencial, sino que, además, hubiera querido ser líder del Congreso, rey de la Suprema Corte, regente de su partido, rector de la universidad, dueño del ejército, juez de las elecciones, vocero de sí mismo, gobernador de 32 estados y jefe del Ministerio Público.
Hubiera querido hacer hasta el trabajo de sus colaboradores. Hacerla de maestro, de médico, de abogado, de embajador, de recaudador, de ingeniero, de economista y hasta de animador. No le hubiera alcanzado el día para ser presidente si todas las horas las destinaba a presionar legisladores, a amenazar ministros, a dictar sentencias, a organizar elecciones, a consignar acusaciones y a perder las llaves de su casa por usar las llaves ajenas.
Por José Elías Romero Apis