TAMAULIPAS.- ¿Cómo no estar feliz si amanecimos? Si no es que todo es un sueño y el sol es verdad y sale por donde soñamos. ¿Cómo hacer para estar triste luego del trino del pequeño gorrión que nació en primavera, cerca de la ventana y de una escalera?
Esta es la escena, es el barco, el océano, el viento y la tripulación a bordo. Hay familias completas que se levantaron a continuar la vida. A preguntarse lo que ya saben o sólo a vivir para decir que tenemos que almorzar y salir al trabajo , para que nos hagan lonche.
Abres la puerta y el amor estaba ahí cerca de los párpados. Salimos a buscar entre los árboles y el llano, el fruto, la chuleta y las tortillas de harina. Y en la calle hay paraguas que cubren el coche, luces de noche que nos esparcen, diasporas de fuego que encienden un cigarrillo que no se cae del transeúnte.
Sé es feliz sin saberlo, cuando te enteras, no sabes cómo es que te atreviste. No podríamos repetirlo en un simple gesto, tampoco en un partido de fútbol ganado luego de muchos perdidos. Nadie sabe por qué se es feliz y en eso consiste.
Este es un trozo de risa, llévala a casa porfa, de regalo va una rebanada de sandia, una cobija de la feria, estamos de oferta, cualquiera nos sorprende en la esquina y sin deberla ni temerla nos hace olvidar la melancolía.
Hemos empezado temprano en las labores de campo, traeremos para la tarde el saco de maíz, el azúcar morena, un tajo de pastel para el cumpleaños, un pañuelo para llorar aprovechando el momento. Díganos usted: Cómo no ser feliz con tanto.
La ciudad joven e inexperta ejerce desde una bicicleta, su primera misión es rodar desde el mercado principal hasta la central camionera, medio metro antes hacemos una parada para que todos nos miren haciendo un alto en el semáforo del cuarto.
Los poetas darían una charla de lo que ven esta tarde mientras caminan por la calle. Han salido todos juntos y te topas con uno y es como si juntos quisiéramos correr a escondernos, no nos vayan a decir algo que somos, algo de lo que pensamos desde un llanto por dentro. No vayan a darse cuenta que si nos morimos fue sonriendo.
Hay quienes opinan- con su derecho alineado a como les fue hace rato- que la felicidad no existe, quizás por que no la han visto caminar por la calle, reír en nuestras narices y perseguirnos sin cansarse hasta que llega la noche.
Pero la felicidad iba en un bolso de comida y también en una bolsa vacía donde cabría mucho. La felicidad iba después de los pasos cuando fuimos presente y ahora está en el pasado desde nos enriquece el recuerdo. Iba en los labios resecos que fueron jugosos y era agua potable.
La felicidad no existe porque la existencia es una palabra corta que no se dice a veces luego de un beso. Ni de escuchar una sinfonía de Shubert. La risa, esa música que está por todas partes, también en ocasiones nos confunde y la tristeza vive para que la felicidad haga un viaje al ser humano más recóndito y sublime, en el barquito de un helado por la calle Hidalgo. Así de simple.
Porque la felicidad vive al borde de una lágrima, vive cerca de los ojos. Es un rayo que se filtra por un portillo, es pared por donde se brinca en una bronca, es la balsa suelta para cualquier naufragio. La felicidad escrita se vuelve a leer en los ojos que nos despiertan para volver a vernos.
La vimos pasar callada, envuelta en una hoja de platano, en un cucurucho de papel periódico, en los hombre leyendo lentamente los nombre para recordarnos muchachos, ya viejos, escribiendo cuentos.
Yo no lo sé de cierto pero dicen que se puede ser feliz a pesar de tenerlo todo. Todo es tener nada qué buscar, es el vacío repleto de vanidad. Se puede ser feliz cargando con ello porque la felicidad no está en eso, sino en nosotros.
HASTA PRONTO