Cronológicamente, el sexenio que corre, terminará el 1 de octubre. Histórica y políticamente, la administración de Francisco García Cabeza de Vaca, terminó el lunes 29 de agosto del 2022, con el revés propinado por el Tribunal Electoral de Tamaulipas (TRIETAM), con la sentencia que convierte en improcedentes la elección de la Junta de Coordinación Política (JOCOPO) del Congreso local y establece como nulos los acuerdos tomados por esa autoridad interna del Poder legislativo.
El intento de trascender a su período por medio de los órganos autónomos – la Fiscalía, sobre todo que se había blindado de cambios por más de un lustro–, falló. Sobre esta reforma, se habían puesto todos los huevos en la canasta para imprimir continuidad a la administración panista.
La decisión de los Magistrados electorales, canceló la viabilidad de la mayoría panista de convertirse en un contrapeso del Ejecutivo estatal en ascenso –Américo Villarreal Anaya–. Se desee o no se desee, la intervención del Poder electoral, para frenar los excesos de una mayoría artificial azul, deslegitima al grupo parlamentario panista y lo desgasta para las batallas venideras –fundamentales contiendas por el aparato de gobierno, y la instrumentación de proyectos tanto de la IV T como del panismo tamaulipeco–.
Se percibe un gobernador albiazul, debilitado.
Se visualiza, un Ejecutivo estatal, desangrado para llegar a la contienda por cargos partidistas o candidaturas en el 2024. Los mismos panistas del CEN que otrora, lo veneraban y le quemaban incienso, ahora toman distancia de sus anhelos.
Muy cuesta arriba, rema Cabeza de Vaca.
Ante la opinión pública, tanto el gobernador como sus diputados, han sido dimensionados como los factores que con sus excesos trastornaron la administración estatal y trastocaron para mal, la vida de su partido y sus partidos aliados.
(¿Acaso, no leyeron el mensaje enviado por los tamaulipecos con su voto al elegir al representante de MORENA, como su gobernador?).
La vida legislativa para el PAN, está exangüe.
La mecánica parlamentaria, se complicó para un grupo azul que sobrepuso sus intereses y los de su jefe político, a los de la ciudadanía.
Este fin de sexenio, no tiene parangón en la historia de Tamaulipas, ni siquiera, el gobernador Horacio Terán Zozaya, quien se dedicó a la dulce vida –se dice, gustaba de organizar pantagruélicas fiestas en la alberca de su mansión, acompañado por obsequiosos efebos– abandonó su cargo en tan deplorable capital político, como el que termina.
Cuando llegó a Tamaulipas, Norberto Treviño Zapata, los tamaulipecos aplaudieron a rabiar. Se iba uno de los más anodinos gobernadores, para dar paso a la esperanza.
Otro indicio del cierre del ciclo del panismo reynosense, es la reelección del Cachorro Cantú en el Comité Directivo Estatal (CDE) del PAN.
¿Para qué ese intento de perpetuarse en el CDE, si las candidaturas que vienen –2024– son potestad de su Comité Ejecutivo Nacional?
Otra más:
¿Por qué reelegir a un perdedor?
El Cachorro, es el dirigente panista que más alcaldías y diputaciones ha perdido –con un PAN en el poder– en la historia del panismo regional.
Ahí están los grandes vacíos.
El PAN, perdió el Congreso.
Al PAN, le fue arrebatada la Fiscalía.
Al PAN, le impusieron al Cachorro.
Sólo falta, que la IV T, llene con inteligencia y habilidad, esos enormes huecos institucionales que hoy deja obligadamente el panismo de Reynosa.
Por José Ángel Solorio Martínez