TAMAULIPAS.- Es un hecho que el mundo feliz al que la mayoría de los seres humanos aspiran a vivir, todavía tardará en surgir quizá varias décadas.
Sin embargo, un entorno social, económico y político donde se aplique la justicia sin ambages y los criminales tengan pavor a las leyes sí se puede construir.
Un escenario al que urge someter al imperio de la ley y, sobre todo, al poder divino de la justicia, es precisamente la política, convertida en un espacio habitado por espíritus demoníacos.
Si alguien se ríe de lo que acabo de decir, entonces esa persona no vive en este mundo, o está totalmente evadida de la realidad.
De no ser así, ¿entonces por qué cada día que transcurre de nuestras vidas todo mundo voltea a ver a la política como la principal responsable de las grandes calamidades que nos azotan?
Aquí, en el estado de Tamaulipas, los discursos de renovación política y social se han vuelto imposibles de transformarlos en modos de vida dignos, basados en principios sólidos de moralidad cuyos componentes esenciales nos brinden un futuro no tan incierto como el que ahora nos amenaza.
¿Valdrá la pena reflexionar constantemente sobre este fenómeno y sentarse a escribir frente a la computadora a tratar de que
esos pensamientos se conviertan en palabras de advertencia y reconsideración?
Supongo que sí. Lo he venido haciendo durante casi tres décadas, pero todo indica que los políticos en el poder no nos oyen y menos nos entienden.
¿Conviene describir el nivel de corrupción y sufrimiento, además del tema de la mortaja como un atuendo de moda, para que la oleada de desastres concluya o disminuya?
Lo más probable es que no, pero el esfuerzo y la esperanza de que las cosas buenas sucedan nunca debemos dejarlas de invocar.
Aunque las razones que se esgrimen de que al paso que se va todo irá desmoronándose, hasta las cenizas, no es pesimismo. Pues de sólo pensar en los dinerales públicos que se esfuman (sexenio tras sexenio) ante la vista de todas y todos, sin rendirle cuentas a nadie, otorga el derecho y la capacidad de quejarse para siempre.
TAMAULIPAS NO TIENE RECETAS MÁGICAS
A diez días de que el médico Américo Villarreal Anaya asuma el cargo de Gobernador constitucional de Tamaulipas, la carga para él y su gabinete se prevén como todo un desafío.
La obligación del pueblo, al ver que el nuevo mandatario nunca podrá recurrir a ninguna mágica fórmula para remediar los males de la entidad, sino con el esfuerzo de todos es, dentro de todo lo malo que se ha denunciado de unas semanas para acá, la única manera en que resurja la entidad como un poderoso y productivo territorio orgullo de la nación mexicana.
¿Será que no hay necesidad de que Tamaulipas se reinvente sino que todo mundo se ponga a trabajar en lo que sabe, al tiempo de que las nuevas autoridades se concentren en aplicar por igual la ley y la justicia para poderosos y débiles?
Creo que esa es la respuesta que de inmediato todo el pueblo percibirá desde el momento en que inicie su aplicación. Es hora de pasar de las palabras a los hechos, evitando que todo se vuelva refugio de demonios.
ENTRE LOS MEJORES ALCALDES DE CAPITALES
Una noticia y dato relevantes es que el alcalde de Victoria, Eduardo Gattás se ubica entre los mejores alcaldes de ciudades capitales, por segundo mes consecutivo.
La referencia la da el ranking de aprobación de Presidentes Municipales de Capital en su encuesta de septiembre, publicada por la plataforma México Elige, dándole al primer edil victorense el tercer lugar con un 58.1 por ciento de aprobación entre sus 31 colegas del país, y sólo superado por las alcaldesas de Campeche y Villahermosa.
A Gattás se le reconoce su trabajo de restablecer los servicios públicos, el tejido social y las finanzas del municipio con esfuerzo, honestidad y austeridad.
¡Feliz miércoles!
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