10 diciembre, 2025

10 diciembre, 2025

En alguna parte somos lo que falta 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

TAMAULIPAS.- En este homenaje al tiempo cumplido, de ausencia que no cesa, viento y piedra que escapa, agua y viento que cantan a la nostalgia; uno entonces no es ninguno, es ligera ausencia, presunción de inexistencia.

La ausencia transcurre y no hay vuelta de hoja, uno transcurre sin nada que decir, no podríamos repetir las mismas palabras que dijimos con el fin de volver al pasado, pues aquella vez ya se llevó consigo lo que decía.

Uno es ausencia en otra parte. Pensamiento es uno que se desvanece en otro. En cierto lugar quedó el sitio que ocupó el objeto desgastado por el tiempo. La piedra, el poeta chino, el alcalde de Barcelona están en una parte y hacen falta otra. 

La ciudad es también un grupo de los que estuvieron : aquí están sus casas con sus pisadas, se han llevado su presencia, aquí sólo está una memoria de computadora y un pasto alto. La ausencia partió el día en dos canciones, en dos migajas de pan a mediodía.

La ausencia nos persigue. Para el destino, sobre la página que fluye, nadie tiene nada que decir. Nadie se repite y el otro que fuimos se lleva consigo las palabras. Siempre somos responsables de ese otro que nos vence.

Tuvimos un lugar y decenas de personas viéndonos. Tuvimos curiosidad y llenamos de capítulos la literatura diaria de las multitudes repletas de ausencias. En este paisaje en desamparo nos hacemos presentes y alguien constata que aquí estamos y no nos vamos. 

Las características del ausente son muy sencillas, aunque haya quien, con igualita voz a la de uno, conteste presente. Pero eso no sirve, por mas bonito que lo diga. Sin embargo, en alguna parte somos lo que falta. 

Uno no está presente porque otro lo diga, qué más quisieran, hay lugares donde nadie quisiera estar y hay alguien. Te asomas a un bar y ahí hay borrachos, afuera son débiles y simples ciudadanos, poetas del jueves. 

Partido en dos, llevo mi ausencia en mi espalda, la voy dejando sentada, callada donde antes dije algo y ahora nada. Una realidad que nadie creería, yo mismo podría decir que no estuve ahí, mentir que no he salido de casa desde que nací. A quién le importaría. 

Para estar en el mundo baste la reflexión de pellizcarse un brazo con valor a doctorado en filosofía para entender jodidamente que se es. Que ya chingamos, que existimos y que de ahí a lo que hacemos, o dejamos de hacer con eso, es otra cosa más cachonda. 

Andamos por ahí sin saber que existimos a ciencia cierta. Damos palos de ciego y chocamos con los cristales antes de enterarnos de que vivimos y somos de agua y nos ahogamos y nos quemamos en el fuego. Somos por último la tierra donde nos confundimos. 

A mitad de la letra, en la sangre que va y dice, en las ciudades dichas como una conversación, en una conferencia, en un recital de horas en espera de la mujer amada, la inmediatez nos trae la vida real y sincera. Al tiempo llega otra vida, más chiquita, pero en el cuerpo, es el de la ausencia, lo que nos hace falta. 

La constante invitación al diálogo horada la piedra del silencio. El viento murmura los nombres. Dos ausencias es una misma viéndose juntas, lejos de la presencia, oyéndose, hablándose en secreto, hablando de quien existe en otra parte.

Entonces nosotros, que somos la ausencia de hace rato, tratamos de justificarnos inútilmente. La ausencia por ello es brutal. Eres o no eres.

Decidiste no ir en el momento menos indicado, y es que casi no estamos más allá de un metro cuadrado. Tal vez hay niños llorando por tu ausencia relativa en el cuarto contiguo, llegaste quizás y nadie en la fiesta se dio cuenta, estás y no cuentas, cuenta como ausencia. 

HASTA PRONTO 

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