13 diciembre, 2025

13 diciembre, 2025

Desde que nací no he parado de vivir 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

Desde que nací, que yo recuerde, he tratado de salir de esta membrana que me envuelve como una realidad absurda creada por los demás. He tratado de sacar la memoria milenaria absurda que heredé, con tal de ser diferente. Ser diferente es existir. Hay un mundo de iguales afuera que me absorbe. Me disuelve en el agua.
 
Trato de estar en puntos donde nadie hizo incapie porque ahí me lleva el instinto. Mi entrenado instinto, a fuerza de ser distinto. Trato de no coincidir fácilmente, de escapar de los llanos repletos y de las multitudes, y de no escapar de nada. Trato de creer eso. 

Desde que nací no he podido estar solo. Lucho por existir en el sitio correcto pero avanzo en sentido contrario entre la multitud. Me quedó claro que la vida es contra el pasado que viene en contra y cada instante se vierte y se consume. Aprendí que la propuesta de existir es en base a sentir los buenos días en un día común.

Hay formas distintas para cada objeto innecesario que ven mis ojos. Demasiado ven los ojos amparados por la luz en condiciones privadas. Veo a costillas de mi tanto, de lo que quiero y lo que siento. 

La observación se ha vuelto narrativa. Cuenta la historia y profetiza. Desde los colores que matizan un paisaje se desliza el entorno de los cuerpos. Las hojas rodando se han extinguido en las oficinas. La unión de todo es una idea pasajera, una soberanía del pensamiento, mi pensamiento único. 

Pienso que pienso. Y doy vueltas alrededor del mundo con otros que también piensan, que podrían no hacerlo con mucho respeto. En la porra surge un país. Llevo la patria en Ia camisa porque voy a pata. Sin artilugios. Soy cualquier ciudadano visto en su mejor papel de extra en una película. 

Desde que llego a una parte saco ficha. Ahí estamos casi todos los que dijimos. Hay gente contenta de estar ahí en la sala de espera aunque nadie ha ofrecido un vaso de agua. Alguien me explica que en esta ciudad no se han inventado los vasitos de papel. Entonces saco de la memoria un poco de agua y bebo con avidez este pedazo de texto ahora escrito, y prosigo. 

Con estar, tengo que levantar la mano, andar por ahí en atención al mundo. Estar atento en la red del Internet y de la transparencia de las vidas de un vecindario mientras hago la cama. 

Debajo de la cama tengo otra vida. Hay una araña esperándome. Una vez tuve que esconderme de mi mismo ahí en esa pequeña habitación del cuarto. Aposté por esconder un viejo taxi de lámina que no se detuvo bajo la lluvia. Hice una ciudad con foquitos de colores. 

Exibido de alguna manera, llegaré a la esquina. Sobreviviré esta mañana. He leído los diarios, estoy seguro de que no lloverá. A cada paso entre el silencio de esta calle larga y tendida como una hamaca de la ciudad dejo constancia de mi respiración. He dicho otras miles de cosas al pasar por esta calle, por este pasado. 

Mil veces me he visto en un gran aparador y soy distinto a todos. Ese soy yo. Veo a otras personas acercarse y alejarse como una flama que ondea en el aire. Mi pelo irsuto ondea como una bandera. El viento arrastra algunos objetos y los repliega. 

Solidario acaparo las miradas con mi camisa a media hasta, el pantalón desgastado, el aliento limpio y humano. Visto de esa manera doy la información necesaria con mi discurso. Sonrío un poco y con suerte mucho. 

Me he visto innecesario ahí detenido, parado, de pie sobre el suelo como miles de fanáticos. En mi descargo pienso todo lo contrario cuando leo. Estoy al fondo, pueden hablarme desde un megáfono. 

Estoy en la absoluta soledad de ser posible, diferente en cuanto a un lado del café, una palabra, un cigarro. Desde que nací no he parado de vivir. 

HASTA PRONTO 

Por Rigoberto Hernández Guevara 

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