De entre tus huesos sacas un pedazo de mano y con un manto cubres el resto del cuerpo endurecido por el frío.
El frío mueve al mundo. Las grandes migraciones- incluyendo a los primeros pobladores de america- sucedieron gracias a enormes glaciaciones, cambios climáticos que trasladó por miles de años al neandertal en su encuentro con el homo sapiens.
Tú vienes de aquí en corto, no vas muy lejos. Pero con el frío ya traes el polo norte. Eres el ser más friolento del mundo en términos en que el frío, pareciera que actuando en contra tuya, llegó más temprano. Y tú sigues soltero. Y en otra parte la que amas hace lo mismo. En eso consisten los espejos.
En las cocheras, bajo una lámina de hielo, los metales se enfriaron y los coches no encienden. No está el gato abajo del carro y tampoco hay nadie en la calle. Te han dejado solo. Qué bueno, al cabo no ibas a ninguna parte.
Eso se supone te da carácter, puedes salir corriendo en contra del aire, cual capitán defiendes a estribor tus posibilidades vitales . Y sales. Entonces descubres que nadie dijo que te quedaras y lo que es peor, tampoco nadie dijo que te fueras. Por tanto, alrededor del sol nadie te espera.
De modo que no hay una onda gélida tal como la conocemos, ni una avalancha de nieve, ni siquiera una fría charla. Quizás un cono de nieve por la calle Hidalgo. Nadie hay en la calle y descubres a nadie en los patios, en algunas casas abandonadas de la vida social.
Pero llevas la chamarra dominguera, el gorro de lana que obtuviste la posada anterior, los guantes de estambre, hasta que descubres que nadie te espera, a nadie dijiste que te esperara ¿y quién es nadie?
El personaje es el frío, el viejo concursante. Alguien abrió la puerta y entró el frío, invitado ineludible del invierno. No trajiste suéter de modo que vas temblando de frío, tiritando. Pase usted señor ésta es la posada del señor frío. ¿Gusta usted un whisky? Y te pusiste hasta las chanclas, generoso y atento.
Dicen los noticiarios que el frío tal como lo pronosticaron llegó a media noche golpeando puertas y ventanas con su alevosía de pájaro nocturno. A discreción las palmeras ondearon, pudiste verlas cuando te levantaste a cerrar la ventana, la que no cierra.
Hace frío y aparte llueve, nombre, no la amueles, vas por la calle liberando esa batalla inesperada. La manada corre y se dispersa a su camino trillado, corren, huyen, pisan charcos, saltan, son enguyidos por el agua en presencia de todos. Te salva sólo pensarlo, saberte la parábola. Traer paraguas.
Que uno sepa, el frío está al servicio de los bienes perecederos, de los refrescos y las cervezas los domingos. Y todos los días hay un hielo que se derrite como un poema en un vaso de vino, en medio de chingos de ideas políticas.
El frío, enviado con un propósito muy definido, penetra hasta los huesos. Ante la falta de pareja, de una alma gemela, en plena soltería el frio tira frío en los seres humanos abajo de las oscuras cobijas, llora ocultándose.
El frío se enseñorea como una divinidad bajo las frías hojas de los días donde pululas. Nada más real que el frío que cuelga de tus narices. El frío paraliza las manos y enfría el sentimiento. Llueve por dentro el pensamiento liso y silencioso.
Hay sujetos como quiera echándose un vaciado en la ciudad. El frío sale de los cuerpos que mezclan cemento. El vapor sale de las latas pesadas como de las tazas de un café lejano. El aire frío le saca la vuelta al jale. Dicen que tiene frío el que quiere.
Sin falla, tú llevas el frío, el frío es lo tuyo. Para tener frío has nacido. No obstante, hay banda con playera en las frías esquinas. Tú llevas la chamarra puesta. Vas en la escotilla, con el aire en contra.
HASTA PRONTO
Por Rigoberto Hernández Guevara




