A propósito de las fiestas religiosas, es oportuno rescatar de la filosofía cristiana primitiva la máxima de que “la verdad os hará libres”. Principio que el espiritista Francisco I. Madero hizo suyo en su ideario humanista, hoy revivido con fines totalmente contrarios.
No sólo la filosofía de Jesús, el Cristo, lo eleva al más alto valor. Está presente como un fin necesario para la humanidad en el budismo, hinduismo, judaísmo e islamismo y en todas las propuestas humanistas que enfrentan al autoritarismo.
Hoy, la verdad se ha convertido en un derecho humano, un concepto jurídico, incluido en todos los tratados y convenciones internacionales, por el que los Estados —México, por ejemplo— se obligan a proporcionar información a la sociedad, víctimas o familiares.
La verdad ha perdido la batalla frente a la corrupción. Se le manipula para conseguir que votemos por una opción política y para mantenerse en el poder.
En un ensayo, Norbert Bilbeny, catedrático de ética en la Universidad de Barcelona y que ha realizado investigaciones en Estados Unidos, Canadá y México, expresa que “la verdad es un valor fundamental para la política, pero no suele ser respetado por la política”.
Lo anterior viene a propósito porque México es el país más peligroso para ejercer el periodismo y en el que los periodistas están bajo hostigamiento constante por el régimen.
En este contexto se inscribe el intento de homicidio del periodista Ciro Gómez Leyva —a quien expreso mi solidaridad—. Todo esto es muy grave.
Primero, porque los periodistas tienen el propósito ético de dar acceso a los ciudadanos a los procesos del ejercicio del poder político, incluso privado.
La degradación de la política y la erosión de los controles y contrapesos que se ha propiciado a nivel federal, y replicado en sus gobiernos, ha aumentado la corrupción y, por tanto, el interés de ocultarla.
Segundo, los crímenes de periodistas son consecuencia de la violencia verbal que se produce cotidianamente desde el gobierno federal. ¿Es un crimen de Estado? No, ciertamente. ¿Alentado por el Estado? Sí.
Es oportuno regresar al humanismo de Madero, basado en la filosofía espírita de Allan Kardec. El primero se expresó contra el abuso de poder y el engaño al pueblo, por ser faltas morales graves.
En su discurso de clausura del Segundo Congreso Espírita de México, en 1906, Madero expuso que “el pobre ha sido tantas veces engañado, ha sufrido tantas decepciones, ha venerado a tantos lobos revestidos con la piel de oveja, ha doblegado su cabeza ante tantos ídolos, que ya no sabe a dónde dirigir sus miradas; que ve con desconfianza a todos los que se le acercan y que van ofreciéndole la verdad”.
Continúa: “Además, hay tantos intereses vinculados con su ignorancia, puesto que ésta es la base de todas las tiranías, que ilustrarle, sacarle de las tinieblas es una ardua tarea, calificada de estéril por los que buscan la recompensa inmediata y material de sus esfuerzos”.
En su alocución, Madero describe la manipulación del pueblo, que es llevado a cometer crímenes en contra de sus propios hermanos, escondiéndole la verdad.
Se preguntará el lector por qué pasamos de lo espiritual a lo político; porque el oficialismo usa valores religiosos para soportar su narrativa.
Regresando a Bilbeny, explica que “no se puede decir, entonces, que una nueva política haya venido a sustituir, por fortuna, a la vieja política, porque la política no existe cuando la mayoría ha dejado de creer en ella y lo que ha venido puede ser otra cosa”.
Los mexicanos aún no reconocemos en nosotros el poder transformador por medio del voto. Si creemos en salvadores humanos, seguiremos teniendo un país pequeño.
Por Jorge Camargo