Mientras deliro por causa de una extraña infección que entró a mi hogar sin mi permiso, he pensado mucho y he llegado lejos. Sin embargo estoy de vuelta en la misma piedra con sólo dar un paso.
Nadie ha ido más allá de sus pasos, de modo que fue fácil. Tardé una tarde. Estoy aquí donde entonces pensando lo mismo. Estoy rodeado de agua.
Hay gente que evacua la isla pero yo he quedado. Así que aplácate poesía, estamos solos y hay viento, apenas se respira y tengo que llegar al otro lado de mi mismo.
Un tiempo remé a mar abierto hasta que me di cuenta que esto no es una balsa ni un bote de agua. Debí aparecer en otro sueño donde hubiera un barco, tal vez al otro lado de la isla haya uno, tal vez no haya nada.
El pensamiento puede ir muy lejos aún sin las palabras. Vuela en las imágenes y vuelve a las palabras para explicarse, para existir entre los seres. Nadie creería en una imagen borrosa que únicamente el autor comprende, que la piel es capaz de sentir por debajo de una fiebre. Es clara la confusión en esta noche. La vida es oscura por la poca luz que hay dentro de nosotros.
Todavía así el cuerpo siente, se puede ir palpando el dolor, la suavidad con la que el cuerpo hace el viaje por el mundo sin moverse. Al igual que en muchas partes del mundo puedo quitarme los zapatos, contar hasta tres y correr como un niño lo hace por el parque, desarrollar la velocidad con la que el viento hace que un árbol se estremezca.
El delirio es una mezcla de licor con alquitrán. El silencio es el único ruido. El murmullo me hace avanzar entre la gente unos cuantos pasos antes de caer o de elevarme como un pájaro.
En otra parte existo, si hay quién escuche, en otra parte digo algo. Mi cuerpo no contiene un gramo de grasa, de modo que el dolor y la enfermedad es un huésped incipiente que no tarda en retirarse. La celulas liberan su combate cotidiano y van elaborando el combustible que lo hace posible.
El espacio continúa siendo invisible, una batalla de oscuras soledades, aneurismas, antiguos algoritmos del ser humano, viajes a la muerte, pequeños ensayos, intentos fugaces, corretizas, despiadada comprensión y entendimiento de la ciudad sin calles. Estoy adentro de mi cuerpo, no tengo otro. Estoy un poco enfermo.
La vida transcurre como siempre a estas horas de la noche. Palpo la sábana y es una nube, soy capaz de creelo. La tos ha ido disminuyendo y un río de sudor baja por gravedad al suelo. Estoy despierto escuchando estas palabras.
Las escribí antes que el ordenador, la idea le gana al computador que se esfuerza. Camino por el cuarto y enciendo las luces, no quiero ver la hora, es esclavizante saberla o ignorarla, ahora está en todos los aparatos.
El tiempo a estas alturas es un mito. Escribo este mundo. Dibujo las paredes del insomnio. Durante el delirio viajo en un coche. ¿Qué extraño? Hubiera preferido ir descalzo. Menos rápido, más preciso, digamos.
El tiempo es hostil y hay viento en la proa. A babor muevo los brazos para remar y drenar en el mismo instante de achicar el agua, como un pescador en la laguna de su panga. La infección que provoca el delirio dio la vuelta por mi cuerpo, creo. Como no tengo un gramo de grasa ni exceso de líquidos en mi cuerpo, el virus no encontró un hotel dónde hospedarse.
Luego del sudor que hace que lo que sobra salga por los poros, estoy mejor. Puedo decir sin temor a equivocarme que estoy despierto. No hay grandes cambios después de todo, mi alma que se levanta despunta como el alba.
Amanece como amanezco, con la esperanza abierta al diálogo. Buenos días. Si me muevo es porque existo.
HASTA PRONTO