Es una escena típica de la filosofía del exgobernador Fidel Herrera: desde la plenitud del poder, la ministra Yasmín Esquivel, una de las personas con más influencia en todo la rama judicial de la Federación, interpuso un amparo que mete en un vericueto a jueces y que podría machucar la autonomía de la UNAM.
Además, la jugada de la ministra Esquivel supone que traiciona de manera drástica y pública su promesa de diciembre pasado, cuando, tras decirse inocente de las acusaciones de plagio en su tesis universitaria, por escrito declaró que ella confiaba en lo que haría con su caso su alma mater: la Universidad Nacional Autónoma de México.
El actuar de la ministra desde que Guillermo Sheridan evidenciara que su tesis de abogada era prácticamente una copia de otra presentada un año antes allá en los 80, es digno de un antimanual de manejo de crisis de alguien que se dice inocente y víctima de una campaña: ha hecho todo para perder credibilidad.
Porque primero optó por echar montón: en vez de dar la cara inmediatamente, expuso a su asesora, a un sínodo, a un director de tesis doctoral y hasta un “reconocido laborista” a hablar por ella.
Cuando, tras una semana del escándalo por la revelación de Sheridan, finalmente ella se pronunció a nombre propio, el 25 de diciembre, dijo en el punto 4 de un comunicado que “la UNAM ha abierto un proceso de revisión, lo cual me parece una acción adecuada para que se defina y analice con base en la legislación universitaria.
Confirmo mi disposición a colaborar con las autoridades universitarias en el proceso y así deslindar responsabilidades. Yo soy la primera interesada en que se esclarezca esta situación en su totalidad y se compruebe la verdad”.
Cinco días después, el 30 del último mes de 2022, en otro comunicado agregaría: “Yo respeto a las instituciones y su autonomía. Por ello, únicamente me he enfocado a presentar por las vías institucionales un sinfín de pruebas contundentes que demuestran que soy la autora original de la tesis…”.
Y detalló que las pruebas “técnicas y científicas” existentes consistían en una declaración-confesión ante notario del “otro alumno”, dictámenes periciales en informática y documentoscopía, declaraciones de exfuncionarios de la UNAM y de maestros de la FES Aragón.
Finalmente remataba: “Confío en mi alma mater, en la valoración de las pruebas que el comité (de Integridad Académica y Científica de la FES Aragón) realiza, y estaré atenta a su determinación”. No sobra mencionar que siguió en su intento de presidir la Corte y que, para ello, la Fiscalía capitalina, en un vergonzoso episodio, intentó echarle un legaloide salvavidas “absolviéndola”. Todo mal. Habiendo perdido la presidencia de la Corte, y cuando el comité de la FES Aragón se pronunció en su contra, en declaraciones a Milenio dijo que no aceptaba la resolución de su facultad.
Ayer fue mucho más allá: ahora combate a la UNAM en juzgados que no pueden estar libres de la sospecha de un eventual conflicto de interés. ¿O será mejor caracterizarlo como simple y llano abuso de poder de quien, además, es vista como una protegida de AMLO?
Al anticiparse judicialmente a lo que resuelva el Comité de Ética de la UNAM, la ministra podría estar usando, además, no un derecho, sino su poder para acotar la autonomía de la Máxima Casa de Estudios.
Van dos meses de este enredo propio de guión fársico para película de Luis Estrada. Por desgracia, también en este caso el increíble actuar de nuestros poderosos supera la ficción.