14 diciembre, 2025

14 diciembre, 2025

Mi vida en un camión de volteo 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

Estoy en la orilla, extasiado, sudo, respiro agitadamente en los minutos correctos para ver el polvo que levanta el aire en el camino que aún falta.

He llegado aquí corriendo y nadie me persigue. Es decisión propia lo propio como todo mundo.

Es el borde de la taza de café con manchas temblorosas veo labios con bilé de alguien que sintió igual que yo. Mis labios conservan el sabor amargo del café cargado, bebido a sorbos fuertes, desalmados. 

Con los ojos- si me aplico y soy capaz de ver con intensidad- veo que las cosas no son como me las platicaron o las dibujaron en la primaria, son como las ven mis ojos. Y eso es único. Porque sólo yo puedo verlas de esa manera y expresarlo. 

La inteligencia va a tope, puedo elegir, decidir, equivocarme abiertamente sin esfuerzo, estoy consciente que todo es, que nada se finge, porque lo que no es también existe. Así que llego rápido a los oídos como a los trancazos ¿Quién podría detener este camión de volteo. 

Llevo los zapatos rotos, pero eso no hace sino que camine más aprisa sin preocuparme por las espinas que, pobrecitas, se van doblando. Llevo la esquina de dar vuelta en el cuarto, la voz que me escucha, el león que me ataca hambriento en la selva de concreto. 

Si he de caer, me iré de bruces y disfrutaré el viaje, el suave vuelo ; y aún del golpe, del fuerte madrazo, ya sin el fuselaje, saldré maestro de los aterrizajes. Si voy al suelo iré contento pero libre, si me elevo lo haré yo mismo trepando riscos, haciendo atajos, brincando charcos sin blindajes y sin cascos. 

Estoy desnudo, la ropa es una moda pasajera, en el bordo desde donde puedo ver el siguiente paso, siempre hay otro paso, ya lo he dado para cuando lo platico, este es el corazón, el corazón en la mano, la fuerza que palpita sin descanso en todos los descalabros. 

Llegue aquí a esta orilla pasando por lo hondo y la superficie destrozada por el viento. Hago un discurso entre las sienes mientras llueven torrenciales y llevo un cuchillo entre los dientes. 

La palabra, siempre fuerte y contundente, va sembrando semillas de textos que una vez abiertas se pervierten, se convierten al cristianismo o se disuelven en el aguacero del libre pensamiento. 

Si lloro, es un océano inmundo, un montón de hojas del árbol a destiempo. El  llanto ha creado los ríos e inundó pueblos tristes y empobrecidos. Con los brazos avanzo al ritmo de los pasos, bailo y salto para asomarme al cuerpo que se agita y vibra en el triunfo de estar vivo, coleando todos los éxitos que llevo en las manos. 

No sé a dónde voy, y como muchos, no quiero saberlo, mido el siguiente paso y veo todo nuevo, todo cristalino, hasta el lodo rudimentario se hace barro, enjarre de un cuerpo perfecto. 

Voy con todo y me precipito al suelo apenas despierto, consigo ser yo de inmediato. No podría evitarlo. No hice un ensayo previo, todo es espontáneo, este es otro día sin miedo, con el maravilloso efecto de la energía que me impide por todos los rincones estar quieto. 

Ignoro si estoy ciego y todo ha sido una ilusión, pero eso importa poco, dejo atrás el tiempo como el suelo, los montes y las nubes, el pasado quedó lejos y es escaso ahora que me veo al espejo. 

El gesto de mi rostro es nuevo, puedo percibir mi carcajada quebrar los cristales del silencio, todos se han despertado y no llueven flores por eso, son piedras en un arranque de sueños. 

Si no he de romperla, si no se pincha el balón de una patada, si no rompo la red y no corro hasta caer desmayado bro, mejor no hago nada, al cosmo le dará lo mismo si estoy o no en este mundo.

HASTA PRONTO 

Por Rigoberto Hernández Guevara 

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