MATAMOROS, TAMAULIPAS.- A Don Poncho Viera lo conocí a través del Facebook porque aunque es de Matamoros él estaba en Ciudad Victoria cuidando de su pequeña Emily, ella ya tenía algunos meses en el Hospital Infantil de Tamaulipas con un tratamiento severo para su pequeño cuerpecito.

Dos años casi exactos pasaron desde que ella fue diagnosticada con neuroblastoma, desde ese día no importaba dónde, cuánto o cómo sus padres buscaron todos los tratamientos posibles para que ella mejorara y oraban porque sanara.
Pocos días, según pude ver, ella regresaba a casa, siempre con la felicidad de disfrutar unos días con sus padres y hermanos; no caminaba, la enfermedad le había quitado la movilidad de sus piernas que no tenían mucho aprendieron a caminar.
Tres años apenas cumplidos cuando la noticia de un padecimiento que podría ser mortal llegó a su hogar y a sus seres queridos, pero ella en su inocencia solo deseaba poder recuperar la salud y la vida que aunque poco conocía.
Emily no estaba sola, siempre estuvo Dios con ella porque su padre más allá de buscar los recursos para vivir en una ciudad que no era la suya y atender las necesidades médicas de la niña, aún se daba tiempo para orar con las familias que esperaban en el exterior del hospital una buena noticia sobre la salud de sus pequeños.
También con el dinero que llegaba a sus manos ya sea por su trabajo cantando en las calles o por las donaciones de amigos llevaba con su esposa comida si era posible o café con pan si el recurso era poco.
Super Emily se llevó el amor de sus padres y sus hermanos, de todos los que conocimos su historia de guerrera; se llevó las imágenes de su cumpleaños número 5 donde gracias a organizaciones y ciudadanos solidarios celebró de una forma extraordinaria.
También se llevó el cariño de quienes a través de sus padres la conocieron por ello organizaban rifas, eventos musicales y colectas entre otras tantas cosas para reunir los recursos necesarios para su tratamiento.
A sus cinco años supo que hay héroes que no usan capa y ella lo llamaba papá.
Hace unos meses sus médicos les dijeron que ya no había más que hacer, solo esperar el adiós sin embargo lo único que hicieron fue ponerla en las manos de Dios y continuar los tratamientos que requería para que sus días fueran lo menos difíciles posibles.
“Hoy ya no habrá dolor para ella hoy se bajó de la silla de ruedas y llegó a los brazos de nuestro Señor Jesucristo”, fueron las palabras de su padre al anunciar que su pequeña trascendió y quien se está seguro de que esa promesa se cumplió.
Adiós Emily hoy una guerrera partió al cielo pero dejó a sus representantes en la tierra para recordar que el amor siempre será el motor que hace que el mundo gire.
Por Rosy Pereda
Expreso-La Razón




