7 diciembre, 2025

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¿Con qué se come la cultura?

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

La cultura se come con nopales, Chile, y huevo que si es de patio mejor. Hay que ir personalmente a cortar los nopales tiernos. Imaginarlos ahí, en ese instante, ya guisados. Luego buscar los huevos donde la gallina envió con su cacaraqueo las señales de humo.

En la memoria estarán ya repetidos los datos de cómo se preparan, en qué tiempo estarán listos para servirlos en un humilde plato de peltre o de porcelana según el cliente. 

Igual ocurre con las chochas y con otros alimentos. Ocurre con el espíritu consumidor de los elementos que el día ofrece. La naturaleza, la inteligencia y el instinto de sobrevivencia nos ayudan a conseguir los objetivos para continuar con vida. La cultura es vida. Por tanto, lo es todo: lo percibido con los cinco sentidos, lo que imaginamos y lo que particularmente sentimos. 

La cultura abarcadora es particular y general y a cada instante avanza con nosotros a donde vayamos. Al quedarnos viajamos igual al mundo mundial donde nacimos: A lavar los platos donde comimos y a reponer los quebrados. 

Con la expresión el ser humano comunica la cultura que se transmite de boca en  boca, de beso a beso, a trancazos, de un estómago a otro, de unos bellos ojos que nos miran y no se cansan de mirarnos. Ocurre lo mismo en California que en el municipio de San Carlos al oler el extremo olor del chorizo que chilla en un pequeña incendio de la cocina. 

Al abrir los ojos descubrimos la cultura y la hacemos, y es todo lo que tenemos aunque no tengamos un peso en la bolsa, qué bueno, somos ricos en lo particular, cada quien carga la pobreza suficiente, o la riqueza suficiente y oculta para escribir un poema. 

La existencia es cultura por sí misma, aún siendo al mismo tiempo un relámpago nuestra mente viva. La no existencia son libros que leemos para que existan. Todo el día, con lo que sabemos bañamos la realidad que es fluida. Por eso, aún lo que permanece es fugitivo. No puedes amarrar el instante a menos que lo ames y te ames, pero es un privilegio de los locos, no de quienes nos creemos cuerdos. 

Conjugada en todos sus tiempos verbales, la cultura transforma la vida social, lo que un día fue no será como la canción romántica de José José. Sólo los recuerdos quedaron si nos ponemos abusados. 

Somos el amor que se volvió rosa vista, pronto, de las pocas cosas que la vida mira. Pero no quedará un jardín , harán un cuarto, una cochera con un coche para llegar más pronto a la melancolía clásica del fin de nuestras vidas. 

Cultura es superficie y fondo, mediodía y medianoche, un puente con el mismo cebo para pescar el único pez muy parecido a una sirena. Entonces dibujamos , pintamos la pintura que verán los que vienen como un vestigio rupestre de lo que somos.

Olvidamos lo cierto y las falsas interpretaciones. El lenguaje influenciado en términos generales, permite un escritor de lo verdadero cada mil años. Somos dioses derrocados horas antes de llegar al comedor comunitario en donde comiera Charles Baudellier  con los poetas del barrio. 

Cultura es el sol y se oculta. Entre sombras y a hurtadillas la joven intercambió la cultura por un celular nuevo y se roba al novio. Lejos, muy lejos están los conceptos de los conceptuales.  La cultura ofrece a todos la ocasión de regocijarse y reír de las contradicciones sociales, de los disparos académicos buscadores de lo inhallable. 

Sin prejuicios se comen los nopales ya pelados, perdidos en el estómago, con canciones bernáculas de una colonia olvidada. Es un lance de dados, un trompo en la uña, una palabra gigantesca que nos sobrepasa nueva cada vez que alguno de nosotros, como yo, intentamos descifrarla. Como una fotografía que no logra captar el movimiento que escapa. 

HASTA PRONTO 

Por Rigoberto Hernández Guevara

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