Tras una larga negociación de 14 meses ya en la recta final surgieron dimes y diretes sobre si Monterrey era o no el lugar adecuado para la instalación de la gran fábrica de Tesla. En la fase final de la negociación el intercambio fue rudo, al grado de que pareció que se ponía en riesgo la llegada de esa inversión.
Finalmente no queda muy claro si realmente se puso en riesgo o fue parte de los puntos finales de la negociación, de una exhibición de poder o, tal vez, el problema de fondo era como se repartían las medallas de la negociación, la autorización final y quien saldría en la foto con el empresario global del momento.
Resueltos esos temas ya se celebra como un hecho que Tesla invertirá alrededor de 5 mil millones de dólares en una mega fábrica de baterías y carros eléctricos en Monterrey.
Eso implica la creación de unos 6 mil empleos directos y no se sabe a ciencia cierta cuantos empleos indirectos en servicios y, mucho más importante, cuantos en el abastecimiento de insumos. De manera gruesa se puede calcular que cada empleo requerirá la inversión de un millón de dólares.
Para los empleos secundarios no se sabe; lo típico es que los obreros industriales salgan a comer fritangas a puestos de banqueta que es uno de los muchos subsidios que el sector informal le da al empleo formal. A ver si aquí será distinto. Aun así seis mil empleos bien pagados no pintan en la economía nacional.
Tesla es más un símbolo que un factor de cambio, a menos que venga acompañado de otros elementos.
En cuanto al abastecimiento hay una gran incógnita.
La mega fábrica en México será parte de una red de otras fábricas de Tesla en Estados Unidos, Alemania y China. En donde en los dos últimos países sus fábricas tienen problemas.
En Alemania las pérdidas de Tesla han sido importantes por el incremento de costos de la energía y de los abastecimientos que derivan de la guerra en Ucrania.
Alemania perdió mucho de su atractivo en competitividad, como productora y como mercado. En China hubo suspensiones de labores debido a la gran oleada de la pandemia, algo ya superado, pero quedan los riesgos asociados a la creciente desconfianza con la que el gobierno norteamericano ve sus avances tecnológicos e industriales que apuntan a que se convierta en la primera gran potencia del planeta en un par de décadas. O antes gracias a su alianza con Rusia.
Los cambios en el mundo le han dado a México algunas ventajas inesperadas: los grandes subsidios que la administración Biden ofrece a la producción de tecnología avanzada y ambientalmente sostenible favorecen algunos segmentos de reindustrialización dentro de los Estados Unidos que pueden ser complementados con la mano de obra barata mexicana. Es posible que Tesla ya cuente con proveedores globales.
Lo ideal sería que Tesla se instale en México como parte de una política industrial orientada al desarrollo de proveedores nacionales. Pero eso no parece estar en la agenda. Hasta aquí todo parece digno de celebración.
¡Brindemos por la llegada de Tesla a Monterrey! Ahora que, con el riesgo de enfriar el entusiasmo, una mirada de mayor altura, que abarque un panorama más amplio, revela dos riesgos relevantes. Uno para el país, el otro para el mundo. La nueva fábrica no es un hecho aislado; es señal de la reestructuración geoestratégica global en marcha y puede atraer mayores inversiones productivas al país.
Eso es bueno, pero de momento lo que predomina es la llegada de capitales especulativos atraídos por las altas tasas de interés que ha determinado el Banco de México. Se está creando una espiral en la que la llegada de estos capitales encarece al peso, da ganancia a la inversión especulativa, y esto a su vez atrae más capitales. La fábrica de Tesla es un gran anuncio del atractivo del país y de la inversión en su moneda.
El primer grano de sal es que al abaratarse el dólar y, por lo tanto las importaciones, se juega en contra de la producción interna. Esta tiene que competir con importaciones más baratas al tiempo que las exportaciones convencionales pierden competitividad.
Con el peso caro también pierden los que reciben dólares de sus parientes en Estados Unidos; con los altos intereses suben los costos del endeudamiento del gobierno y de los particulares mientras que los bancos y los dueños del capital hacen su agosto. Se requieren afinaciones a la política económica que aprovechen la llegada de inversión productiva y desalienten los malos impactos de la especulación financiera.
Tesla anuncia la restructuración geopolítica global y la posibilidad de dejar atrás el modelo económico imperante desde hace 40 años. Pero aprovechar la oportunidad no es dejarse arrastrar por la corriente sino que obliga a tomar la delantera en: competitividad de la moneda; política industrial; reforma hacendaria y una estrategia de crecimiento dual de la economía.
Esto es dejar de sacrificar la producción tradicional, muchas veces informal, en aras de la globalización importada. De otro modo el cambio llegado de fuera puede incrementar la inequidad, la distancia norte – sur y la inestabilidad socio política.
El segundo grano de sal es que fabricar automóviles eléctricos no altera sino que facilita continuar con el modelo de consumo dispendioso que está destruyendo al planeta. Lo que se requiere es repensar las ciudades, sobre todo las norteamericanas caracterizadas por extensos suburbios donde todo queda lejos. Para ir al trabajo, la escuela, el supermercado, la farmacia, el hospital, el restaurante o bar, el teatro o el cine, el gimnasio se necesita automóvil.
La aspiración de todos a vivir rodeados de la campiña pero con comodidades alcanzables en el automóvil individual se desmorona frente a los desastres que provoca el cambio climático. Con el automóvil convencional de combustión interna el sector privilegiado de la humanidad está agotando la posibilidad de seguir empleando energías fósiles que provocan el calentamiento global.
Corremos el riesgo de que ahora una minoría con autos eléctricos agote la existencia de metales raros, litio, e incluso de los más comunes como cobre y aluminio, porque cada vez hay que cavar más hondo y gastar más en purificar minerales para un uso descabellado: seguir con un modelo de movilidad urbana y de consumo inequitativo que hace a un lado a las mayorías y dejará sin recursos a nuestros nietos.