Soy un privilegio. Y eso no es poca cosa. Bajo la ropa guardo el recado que traje, los recuerdos y un presente maravilloso. En el papel soy actor principal de mi absoluta novela. Soy el autor de este largo metraje de la vida.
Con lo que soy, envuelto en la toalla de baño, soy mi super héroe, el exclusivo rodaje de mis días. Con ese trapo húmedo pulo el mueble abrillantado y liso de lino, envuelvo la tarde repetida una y otra vez en el cuarto inexpugnable de mi cuerpo.
Estoy a la entrada de otra frase, al final del túnel hablo con los ojos cerrados. Qué caso tendría abrirlos en la boca del estómago. Con qué alfabeto podrían palpar mis pensamientos y las ilusiones que quiero.
Siento cómo se vuelve un ser más viejo y de más. He incluido la casa, el número que llegó para quedarse en mi domicilio, en Ia red de una colonia que celebra aniversarios.
Ronda aún la hora alejada de mi infancia, el sueño es más grande que la noche y soy muchos en la ida eterna que siempre está de regreso. No son particularmente palabras, son accidentadas palabras, fiebre de quien duerme, combate inventado por los deseos más profundos que me condenan. Es uno el dolor : vida y muerte, fantasma que se disciplina y se disipa en el reflejo del espejo.
Al otro lado del tiempo muestro mi debilidad, la idolatría del amor eterno. El tiempo me despeña, me despeina la máscara, caigo apenas un momento en la transfiguración de una muchacha que me mira.
Con el tiempo me volví el amor de mi vida. Me cocino al gusto. Desde luego tapo las ollas que nada más yo he visto y no escapa vapor que pueda delatar mi yo inexistente. Esto es lo que soy. Digo esto.
Desde una cuerda floja saludo a los espectadores del vecindario. De mano saludo a fulano que erróneamente cree conocerme desde hace muchos años. En realidad no hemos podido coincidir. Cada uno pende de un titiritero distinto.
El norte y el sur son nomenclaturas del destino implacable, pasado y futuro donde no vivo, éste es mi lugar en el mundo, protegido, teórico y de hechos. Bailo encima de la pista de mis pies, en apenas unos centímetros de la inmensidad y aún así soy suficiente. A veces creo ser mucho más de lo que digo.
Destinado para el cambio, entre cosas que cambian, igual pude ser árbol, veo la caída de mis brazos cómo caen, como ramas sosteniendo las hojas. Escribo de eso. Es lo único. Bueno y malo, grande y pequeño rio de tonto y de listo en la lista increíble de héroes cinematográficos.
Eterno migrante, emprendí desde el nacimiento el retiro a un sitio inseguro, indebido, a pesar de las recomendaciones del mundo. Hice mi imagen a mi semejanza cruzando el patio de la casa y de todas la sucursales que brotaron del espacio en la ciudad desconocida. Hablo de la política como del amor y de los sueños en lo que no digo ni escucho.
Ante el cerrado camino que otros abrieran, veo que me abro paso. En la charla, este es mi silencio, mi mejor momento. Ensayo el lenguaje reunido en un volumen alejado, quebrantado por oídos que lo han escuchando. Por el arco y el blanco, por el ogro y el filántropo, formados a las fueras de un banco absurdo.
Soy la pregunta que viaja a la respuesta que todavía ignoro, soy la cicatriz de la herida que busco, la he perdido al nacer , al mutar en este sujeto, invidividuo que dice amar todo lo que es ir muriendo. Flor que se convierte en palabras, letras de sudor que riega el tiempo hasta petrificarse.
Delante de mí estalla este instante hueco que en silencio voy llenando de ecos, de trajes, de zapatos, de muebles, de todo lo que impide el viaje del ave, el vuelo del aire que respiro mientras duermo. Perdón por todo. Desdichado y alegre, soy otros y este. En eso consiste. Poesía de niño en poeta viejo.
HASTA PRONTO
Por Rigoberto Hernández Guevara