Por sus amplios salones pasaron muchas de las horas de amor, de conquistas al son que les tocaran, desde el ingreso por la calle del 12 Matamoros.
Los estudiantes Normalistas, “Las Calcetas”. Los “Perros de la Engorda” de la Escuela Industrial Álvaro Obregón y la Escuela Norma Rural de Tamatan.
Tiempos célebres de un estudiantado donde las clases sociales se mezclaban con el perfume Aguas de Rosa y Jockey Club en los timbales de magnificas orquestas de nuestro país y de la localidad, donde se distingue la Orquesta Florida de Rudy Varela, con sus trajes cruzados y la elegante Orquesta de Nacho Zamora, que hicieron bailar a nuestros padres y a nosotros bajo las candilejas de una ciudad tranquila e inocente, entre la luna que pestañea por las tardes noches a la mitad de las trompetas, clarinetes y el guiro, al golpe del Danzón Nereidas y Serenata a la Luz de la Luna.
Que rico El Mambo, El chachacha y el danzón, al ritmo que les pongan a los noveles estudiantes de secundaria que estrenaban “el pasito Tun Tun que el famoso artista Tun Tun puso de moda entre chascarrillos y burbujas de los amoríos provincianos en los arrimes, rejuntes, de los postes, las puertas y los solares abandonados donde Eros pagaba su inocencia al remate de la velada.
Eran los tiempos de los “caldeos” juveniles y las perfumadas ilusiones que vagaban en la Sociedad Mutualista de Obrera Progresista y sus espaciosos salones donde marcaban el paso las más bellas muchachas de la clase adinerada y la redentoras del proletariado.
La fiesta y los bailongos era la felicidad de las clases sociales sin marca, libres por la alegría de vivir en sociedad.
El baile unifica, y paso a pasito te amare como la canción de Angélica María. El trazo único de esta arquitectura de principios del siglo pasado es invaluable, no existe otro ejemplo mejor de esta arquitectura semejante a una factoría.
Los salones Alianza, de la Sociedad Alianza, rompía los tímpanos y alborotaba la gallera victoriana ante las silenciosas protestas de los vecinos que no podían refinar sus sueños. Muchos jóvenes, hoy veteranos inconclusos, encaminaron sus romances al altar.
Romance callejero a la luz del único foco del barrio y el esplendoroso anuncio de la “Sociedad Alianza”, albergue de las emociones de quienes más tarde serian profesares y obreros calificados egresados de las tres memorables instituciones educativas, La Normal, La Industrial, Tamatan. Diez pesos la entrada y la dama entra gratis.
El reventón si traes “Distintivo, pues aviéntese, aviéntese “como decía Lalo González el Piporro, del moñito alegórico en el hombro o en la camisa, que permitida reventarte las que quisieras, digo, las paradas, mientras las damas, las chicas entonces de vestido y calcetas esperaban ansiosas en los linderos del gran salón el galán que coqueto, masticaba un palillo y movían un poco su fugaz bigote.
Rudy Varela llenó toda una epopeya del danzón y los ritmos del Chachacha, en los albores del Rock, que ya tocaba nuestras orejas de monitores de la Escuela Secundaria Normal y Preparatoria del Estado, de la calle 8 Matamoros. Los atléticos y fortachones de la Escuela Industrial Avaro Obregón que habían dejado sus máuseres en reposo bajo las órdenes del querido Profesor Arturo Lerma Anaya, de la época de oro de la Escuela Industrial, que formo obreros calificados que enriquecieron a las fábricas de Chicago y los Ángeles California.
Apuestos los estudiantes de la Escuela Secundaria, Normal y Preoperatoria del Estado,, que abarcan Tamaulipas y estados circunvecinos., aguerridos los normalistas de Tamatan, a la tutela del querido e ilustrado maestro Rigoberto Castillo Mireles, comprometidos en la política estudiantil a nivel nacional.
Los Salones Alianza, con ese diseño preindustrial que contiene mucho de la tardía arquitectura del Bauhaus, semejante a una fábrica, contaba con una magnifica biblioteca donde los socios y los estudiantes de la ciudad podían acudir para investigar o ilustrase a la vera de nuestros mentores del estado.
Mientras escribo estas líneas, mojo la tinta al recuerdo de muchos que sellaron pactos de amor bajo las candilejas del bello edificio y con su “distintivo”, llevaron a sus labios las palabras de amor. De tacuche y camisa abierta, famosas “Las Zorras”, que entre dances repartían cates a quienes se le ponían enfrente. No solo en la Normal, también en las calles aledañas. Famosa “La Muda”, la estudiante de secundaria que vestían de pantalón y camisa negra de pelo ensortijado, sin estar inscrita en la Institución.
Los Balboa, quemaron reatazos con los Valladares. Se daban cita en el salón Alianza, parejas a los pasos del altar y las ilusiones de los profesionistas que advertían su futuro en la UANL, el Politécnico Nacional y la UNAM, y hasta la incipiente Escuela de Derecho de Tampico.
Muchos profesionistas de calidad egresados de las escuelas de medicina, ingeniería y derecho. Y sobre todo, los estudiantes normalistas muchos de ellos hoy jubilados que construyeron una dinastía política y económica en la ciudad. Y otros tantos que ya mordieron el polvo.
Rudy Varela con su esposa, y su buena orquesta rezumbó las paredes hasta varias cuadras de distancia del casco histórico.
La alegría a flor de piel, con los pantalones de bastilla y el dobladillo ancho, bombachos como pachucos de Tintan, y apretaditos como catrines de levita y el perfume de camelias de las damas y el champú de carey. Olores del jabón de Manola y cigarros Montecarlo y los suntuosas Raleigh.
Los vestidos en corte A y holanes, bragas largas y anchas para caderonas y ligueros finos para de cinturas de abeja y de mosca.
Los cinturitas y pachucos se daban cita cada semana en los bailes del viernes o el sábado. Los pachucos a la Tin Tan de camisa abierta al pecho la medalla de oro de la Guadalupana y los pelos untados de glostora y pantalón abombado de casimir ingles y gabardina, ajustados Foresmosch de cintito atrás, de Hidalgo, Texas, que ya vislumbraba al rock, el twist y aleatorias de la música de jazz que el propio Rudy Varela interpretaba.
Eran tiempos de “Los Marcianos Llegaron y llegaron bailando Chachacha”. Rudy Varela y sus ritmos movimientos semejantes a las grandes orquestas que pisaron tierras victorenses en las ceremonias de graduación de las instituciones educativas de la capital.
Pablo Beltrán Ruiz”, “Ramo Márquez”, “Acerina y su Danzonera”,” La Orquesta Tampico de Claudio Rosas”, El Rey del Mambo y el Dengue “Dámaso Pérez Pardo”, y hasta los Dragones del Ritmo de Marcial Valladares con su vocalista Johnny Sal , Juan Santillana, padre de Margarita Santillana. Entre orquestas y conjuntos roqueros que llenaron de encantos e ilusiones y divirtieron a una ciudad pacífica y amable como Victoria.
Tiempos de música de una ciudad bonita que respiraba confianza y dignidad en los barrios y en las casas de suntuosos de balcones abiertos al aire libre y coloquial.. Presentamos fotografías del edificio y fotografías del inolvidable y popular Rudy Varela y su orquesta.
POR ALEJANDRO ROSALES LUGO