El sexenio hombre no existe. Es un delirio de nuestros presidentes: que en sólo seis años México se parezca a lo que el mandatario pretende; pero al final, la realidad se impone. El país termina por parecerse a lo que es, por encima de lo que su gobernante mayor haya deseado.
México hoy es San Cristóbal, con motonetos prendiéndole fuego. El principal poblado del hechizo turístico chiapaneco hoy en medio de pólvora. La mañanera dirá que es aislado, que no es generalizado, que fue provocación, que ya los detendrán, que cero impunidad. El mundo sentirá pesar por San Cristóbal, no por AMLO y su promesa de paz hecha humo.
La nación se parece más a la demencial política de encerrar a personas migrantes como si fueran delincuentes. Ciudad Juárez o la demostración de que el gobierno nunca entendió que no podía ni debía aceptar ser el carcelero de Washington. Cuarenta muertos en una sola noche. Muertos visibles por un incendio mientras ocurren miles de secuestros invisibles.
Año cinco del sexenio y la DEA y el procurador de Estados Unidos denuncian que una nueva generación de conocido grupo criminal inunda las calles estadounidenses de mortíferas drogas. El Presidente mandará misivas, mentís diplomáticos que nada pesan, ni aquí ni en China. Marcelo, haz una protesta, haz otro ridículo, di algo, ¡con los Chapitos no!
Al Ejecutivo le amanece una semana con un secuestro de cuatro estadounidenses en Matamoros y son los mismos criminales los que le ayudan a procesar a los autores de ese rapto que termina con dos de los foráneos asesinados. ¿Su Guardia Nacional? Ésa en otra ciudad tamaulipeca lleva en 2023 dos ataques a ciudadanos inermes, con muertos, claro.
¿El Chueco? Nunca lo detuvo su gobierno. Lo mataron criminales. Los jesuitas no tienen justicia, pero para nada son los únicos. Ellos tienen muertos muy visibles, pero ¿quieren más muertos?: Acapulco, Colima y la Riviera Maya son un reguero de cadáveres. Un balneario en Cortazar es una alberca de sangre.
La prensa sale justo a la hora de la reunión de seguridad en Palacio. ¿Quién leyó primero a Ignacio Rodríguez Reyna describir que al general secretario le gusta viajar como líder de sindicato petrolero? ¿De verdad AMLO no sabía de esos lujitos? ¿Ni Cresencio Sandoval le hace caso en eso de la austeridad? Y usted, Presidente, con tamalitos de chipilín. Provecho.
Ayotzinapa no será resuelto este sexenio. Y menos si los fiscales especiales renuncian, menos si en vez de dejarse ayudar por activistas de probada honestidad y profesionalismo como los del Pro, el Ejército prefiere espiarlos con Pegasus. AMLO manda telegrama a Calderón y Peña: empatamos, yo también soy Pegasus.
A Andrés Manuel López Obrador, que tanto esfuerzo ha puesto en ser el único que dicte lo que ocurre y lo que no en México, la narrativa se le sale de control una semana sí y otra también.
Su gobierno legará enormes obras que comprometen el Presupuesto, un discurso de un patriotismo energético que costará demasiado, un Ejército tan empoderado que hasta la Marina lo resiente, pensiones y becas a las que habrá que buscarle viabilidad, pero también dejará, en cosa de año y medio, los enormes problemas que no resolvió.
En la segunda mitad del sexenio López Obrador, publiqué aquí en octubre de 2021 (https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/salvador-camarena/2021/10/18/el-poder-y-el-control/), tendría poder, mucho poder, pero el control se le iría escapando. No es nada original, es el sino de toda presidencia.
Con su poder ataca hoy al Inai, como ayer al INE, pero su falta de control llena las primeras planas. Él y la gente lo saben.
POR SALVADOR CAMARENA