Estoy adentro de una caja de zapatos, escucho el tic tac de un reloj adelantado, tengo esa hora en los labios, ha oscurecido el silencio, no puedo dejar de respirar mientras me muevo al pensamiento.
Soy un zapato en la cinta asfáltica, un paso que sube a la banqueta. La ciudad es la única calle que conozco, apenas me recuerdo haciendo lo mismo, escribiendo. Te escribo en el aire que respiro.
No te puedo dejar de respirar pues soy yo mismo, ahorita, viéndote, viéndome, pasando por mi rabillo del ojo, husmeando mi perfume y el color de mis ojos. Si te dejara me quedaria yo pulsando la arena de la noche creyendo, suelto en el humo, en el tabaco, en el vapor de licor de todos estos años.
No te puedo dejar porque estás pegada con chicle. Uno de tantos chicles anónimos, seres masticados en una reyerta, en un enfrentamiento a golpes.
No te puedo dejar. ¿Qué caso tendría dejar este hueco, este depósito de besos y versos, a la utiopía, a la lejana ironía de las probabilidades de la existencia?
Si estás, es porque soy, porque vengo de donde fuiste, porque estamos donde mismo, porque no hubo antes. No hubo.
Es mediodía y avanzo. El sol se estrella en la ventana y cae en pedazos. Me exilio en el polvo del aire, respiro las cuentas, los espacios producidos por una tormenta de ideas prófugas y perecederas.
No puedo dejar lo que eres porque supuras en mi grano, tejes en mi, pierdes el sentido de mis palabras, te olvidas de mi. Algo. Me destruyo completamente. No puedo dejar de respirar.
En los alcázares de la memoria lectiva, en el levítico templo del pasado, desterré las glorias y las penas ajenas, apenas llego, no te puedo dejar. Vengo por ti en un éxodo asimilado en un bote de agua. Sé respirar adentro de una caja de zapatos comprados en el mercado negro.
No te puedo dejar de respirar pues soy yo mismo, ahorita, viéndote, viéndome, pasando por mi rabillo del ojo, husmeando mi perfume y el color de mis ojos. Si te dejara me quedaria yo pulsando la arena de la noche creyendo, suelto en el humo, en el tabaco, en el vapor de licor de todos estos años.
Si te dejara, volvería a rastras, si me dejaras, me quemaría en el fuego del tiempo que hace volver a los fantasmas, me ajustaría el reloj del alma para encontarte en el tiempo sin tiempo de la nada. Me escucharía, te dejaría dejarme, te olvidaría, no podría dejarte.
Escucha: No te puedo dejar como los brazos, como las manos que surjen de la noche. En peligro llueva, haya aire, o estornude alguien. En peligro me caiga de la cama de los sueños y descubra que existo. Que no he perdido la razón y eso tal vez se injusto.
No te puedo dejar con dejarte, dejándome, dajando, dejados, dejándonos. No podría… tendríamos que juntarnos, reconocer los brazos, doblar torcer otra vez, dejar , morir, desaparecer con balas frías adentro de una caja de zapatos .
No te puedo dejar porque no sé. Nadie me enseñó a dejarte, ni a irme para siempre. Ni a caminar unos pasos sin tus pasos. Apenas ruedo rn dos llantas, me tallo los ojos y ahí estás de nuevo, en el aire y por eso no he dejado de respirarte.
Ojalá yo fuera tú un día como pasando, como quien ve sin verte, como sabes reconocer el sonido ámbar de un lirio, el renacuajo en el agua turbia que se mueve como una cortina. Pero otra vez soy yo.
No te puedo dejar ahora ni nunca. No lo hubiese hecho. No sé en cuál sentido se mueve el destino, pero soy de este tiempo, soy del camino, y el camino es siempre el mismo.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA