Con la debilidad evidente del PRI, la disolución de facto del PRD y los juegos de poder de Dante Delgado Rannauro-Movimiento Ciudadano, el PAN quedó como la única fuerza con estructura orgánica y capacidad de reagrupamiento para liderar a la oposición, aunque pasando por un decantamiento ideológico para quedar en el espacio definitivo de la derecha nacional.
El problema de esta estrategia, sin embargo, radica en el hecho de que el PAN había fundamentado su papel como pivote opositor en tanto que se colocara en el centro ideológico, pero no debe perderse de vista el mensaje de la senadora expriista-exlopezobradorista y ahora panista Lilly Téllez, convocando a los panistas asumirse ya como una “derecha moderna”.
Este realineamiento ideológico del PAN está causando estragos al interior de la coalición opositora, porque una cosa es que el PRI y el PRD sean los partidos del neoliberalismo salinista y otra cosa que lo quieran ocultar para no perder parte del voto simbólico progresista que se revalidó en el país en 1988 y que ha estado jalando de manera consistente el discurso popular-progresista de López Obrador.
El trasfondo del realineamiento del PAN no tiene que ver con la gelatinosa identificación teórica lo que representa la derecha en México –resabios históricos del catolicismo inquisitorial, de los miramares que fueron a pedirle a Maximiliano que fuera emperador de México, de su pasado vinculado a la cristiana y de la ideología porfirista–, sino que lo moderno de la derecha panista tiene que ver con la configuración de un movimiento internacional que pasa de la inexistente Democracia Cristiana Italiana a una coalición neoconservadora que está encabezando en varios países de América el grupo español ultraderechista Vox que se asentó hace poco en el grupo panista que controla la bancada en el Senado mexicana.
En la reconfiguración de la derecha panista se ha forjado ya un bloque dirigente de poder: Marko Cortés, Lilly Téllez, Xóchitl Gálvez, Santiago Creel Miranda y los delegados del cártel inmobiliario del PAN en Ciudad de México, bajo el liderazgo –por evidencia fotográfica– nada menos que de Vicente Fox Quesada, el patrocinador de la candidatura de Téllez.
La derechización del PRD comenzó con el control del partido por parte de Jesús Ortega Martínez y tiene como imagen esplendorosa nada menos que a Jesús Zambrano Grijalva, quien participó como cabeza visible del grupo de los Chuchos en la toma de protesta de la priista Alejandra del Moral como candidata de la coalición mexiquense PRI-PAN-Partido de los Chuchos y de sus últimas declaraciones, en tono de enojo, para refrendar que el PRD es socialdemócrata y liberal, aunque no se olvida que Zambrano fue militante de la Liga Comunista 23 de Septiembre, un grupo guerrillero que cometió actos criminales, y que por esa militancia estuvo en la cárcel.
En este realineamiento del PAN como eje orgánico de la nueva derecha anti López Obrador caen como anillo al dedo las declaraciones furiosas del expresidente autoexiliado Felipe Calderón, tronando varas contra el PAN y el MC de Dante Delgado y tachándolos de “avaros”, “estúpidos” y “pequeños”, lo que llevaría a indicios de que la nueva fase ideológica de derecha del PAN volvió a romper con los sectores conservadores capaces de mantener un diálogo con la oposición progresista.
Y como refrendo de la nueva coalición de derecha se presentó la lista de precandidatos de la alianza opositora patrocinada por el ultraderechista Claudio X. González con figuras del PRI vinculadas a la derecha salinista neoliberal.
Así que la competencia del 2024 será entre el sector populista y la alianza de la derecha.
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Política para dummies: La política, aunque a veces no sea así, es lo que se mira.
Por Carlos Ramírez
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