No es un secreto para nadie que la juventud es la etapa más bonita de la vida. Pues aunque existe la niñez, de ella poco estamos conscientes y la disfrutamos sin darnos cuenta.
A cambio en la juventud todas las acciones pasan por nuestra voluntad invariablemente aun siendo sometidos por la circunstancia. Pues la libertad que pudiésemos tener es un tema aparte que incursiona en todas las edades.
Bienvenidos al tiempo de los cuadernos, de los grafittis y de las leperadas. Al tiempo en el cual estudias y cambias de escuela como de calcetines. Del fútbol callejero, llanero, canchero hasta que oscurece, no se mira nada, y comienza el partido contra nuestras fantasías y fantasmas. A puras patadas.
Es el tiempo en que la vocación natural de cada uno emerge de la incertidumbre y damos 80 vueltas al estadio y volvemos a donde mismo, a nosotros mismos.
Hacemos una lista de novias y de prospectos, y teniendo a todas no tenemos ninguna. Nadie nos pela. No queremos a esa que nos mira y nos mira, es el tiempo del amor platónico por la maestra de la prepa, realidad o mentirillas que dos viejos se cuentan.
Atrás, no muy lejos, quedaron los juegos de niños y las risas ingenuas, las travesuras que hechas ahora se volvieron delitos. La misma crueldad es un crimen y la fuerza con que respiramos en la juventud no se respeta, sólo es un instante que en corto tiempo se va apagando.
Es lindo el tiempo en que vayas en coche del año, en moto, en bicicleta o a pata, igual puedes traer a la chica más bonita, a la más codiciada entre la banda.
Cargamos cosas pesadas, nos hablan para saltar una barda, somos propietarios de las mentiras a medias, de los riesgos temerarios, de la noche más oscura y silenciosa, de la novia que vive en la colonia más lejana. Cargamos una piedra en la mano y otra en el zapato, un machete es el brazo.
Es la juventud cuando ya conscientes ingresamos a las ligas mayores del conocimiento y de los deseos personales. Las ganas de ser, el interés o el desinterés marcan la vida y ese tiempo efímero.
Son jóvenes quienes van a la guerra y quienes mueren en ella, los adultos las inventaron. Son quienes juegan fútbol sin hacer el ridículo, los que se peinan como desean y todo les queda.
La juventud consume adrenalina que junto a otras hace una pandilla, una banda de cabrones liderada por quien se atreve, por quien tiene más saliva o por quien tira más guante.
Aprendemos por dónde mazca la iguana y nos la comemos. La vida todavía nos espera y la andamos buscando, nunca nos detenemos, caminamos de prisa o vamos corriendo a encontrar a los cuates, a los otros, a dar la cara sin un peso en Ia bolsa.
Nos envalentonamos y por eso andamos con un ojo morado, una jeta rota cuando nos tortean la cara. Vamos a todas sin sueño, no importa la hora, damos serenata a la mujer equivocada. Nos corretean y correteamos a pedradas.
La juventud es abril, primavera plena y plana, mariposas amarillas, jardines de Babilonia, explosión total, gritos con aire de libertad, inconformidad y rebeldía atroz, irreverencia feroz.
Hay una sola juventud y una juventud sola. Una juventud eterna y una pequeña. La verdadera juventud que se cuenta en días, son todas estas juventudes que, si las vives de cierta manera, son eternas.
Nos creemos mucho sin serlo, cometemos errores como todo el mundo, pero los justificamos por lo realmente poco que hemos vivido, somos jóvenes y bellos, ahi quedan las fotos para la eternidad de ello. Por si una nostalgia pajarera.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA




